10 dic 2018

De San Telmo a San Isidro


Una vez caminó desalmado de San Telmo a San Isidro y fue tan grande la distancia que cubrió a pie que rompió su propia marca registrada; recordando aquella vez que le metió pata de Chacarita “El Teatro” a la estación “Marina Nueva” en San Fernando.
Cada tanto le pasa, generalmente cuando anda sin plata y usa indiscriminadamente la frase: “El que no usa la cabeza usa los pies” y se dice: “Loco lindo que te comés las veredas”, “te tomas un licuado de asfalto y seguís”; “La calle no es un buen lugar para vivir ni para morir”, esas cosas son las que piensa mientras avanza directo al infinito. La manzana de las luces lo cegó. Se sentó a fumar un cigarrillo en la puerta del Colegio Nacional cuando su energía vital empezó a disminuir y aminoraba su marcha enlentecida a paso cansino.
Ensoñado andaba sin rumbo por la Buenos Aires histórica y en cada reencarnación su locura se agravaba y  a la vez crecía el artista que había en él hasta llegar a la creación de un nuevo ser y por esa creatividad lo designaban residente prestigiosos médicos psiquiatras y políticos de la época de los radicales.
                El psiquiatrónico es un personaje de antología, siempre está presente en declaraciones de eminencias en medicina, literatura y música, aparece en actos fundacionales, está presente en inauguraciones artísticas y edilicias, centenarios y bicentenarios, celebraciones, brindis y tertulias, natalicios y funerales, etc. de las más altas clases sociales, hasta el más bajo fondo marginal donde el barrio se vuelve arrabal amargo.
                Cada vez que sueña su inconsciente lo lleva a lugares insólitos, inexplorados, inverosímiles, los analistas no tienen nada que hacer porque no hay elaboración secundaria posible, ni siquiera en narraciones extraordinarias pueden expresar sus epifanías; el mundo de los placeres oníricos supera toda oniromancia fantástica, será que el interpretador de sueños todavía no está preparado para ahondar en profundidad en esas revelaciones de otras mutaciones.
                Nunca puede conseguir más referencias que en la “Traumdeutung” freudiana para saber más sobre Artemidoro de Dalcis.
                Cuando la realidad es precaria el inconsciente se pone productivo.
                En el séptimo día no descansa, sino que sale a timbrear en nombre de Dios y las puertas se abren, y la gente le da las gracias, bendice los hogares, le regala rosarios a la policía, a esa fuerza que tantos problemas le trae cuando camina solo de noche por una ciudad peligrosa y plagada de pobres y llena de ricos.
                Las cartas que escribía membretadas eran más que recetas, eran poemas para recuperar la salud de los impacientes que desesperados buscaban la solución de sus micro-crisis maniaco-depresivas. Me causan gracia, pero no me rio, ni me alegran, ni mucho menos burla.
                Era algo más que un profesional de la salud mental, era un artista encubierto.
¿Quién dice que todos los artistas están locos? No soy solo yo quien dice que los locos no son artistas. Son enfermos en su gran mayoría. Por eso, hay que fomentar y celebrar los actos del insano. Es lo más beneficioso para que en sus leves lapsos de mística química, sean en esos raptos de genialidad, participes del Gran Otro. Se les permite, no por piedad, sino por ser agente de la salud mental.
                Cuando hay que internar, diagnosticar y medicar, no tiene que temblar el pulso, ni faltar los argumentos, ni los fundamentos científicos, ni mucho menos las pruebas concretas.         
                Será justicia en tanto y en cuanto se respete la condición. Más allá de la ley orgánica, hay que cuidar la imagen.
                Discapacitar es como discar el número de PAMI escucha, primero se dice y después se hace. Capacitar, es capar y citar.
                Así se volvió a replegar en sí mismo, porque la deuda era impagable, por más que trabaje el psiquiatrónico no veía sus emolumentos, sus honorarios eran escasísimos, no podía cobrar lo que debía, y pagaba con su persona, con su tiempo, vendía hasta lo que no tenía y no alcanzaba.
                Un eticista le dijo una vez que la deuda económica se espiritualizaba, se volvía moral, pero que ante todo “nobleza obliga”. ¿Y qué te debo? ¿Cuánto es? Y el arlequín contagioso enroscado en serpentina que iba cantando y bailando hacia un loco carnaval le dijo: Un café.
                Le sobraba el trabajo y le faltaba la plata. No sabía vivir de la salud, ni mucho menos currar con la enfermedad. La justicia no era un buen negocio. Tenía que hacer algo distinto, porque como venía la mano nunca nadie lo venía a enriquecer. Excepto en casos excepcionales contados con los dedos de una mano, porque su generosidad era recordada y reivindicada, porque todavía creía en que Dios es justo con los justos.
                Decía: “Feliz el que da sin recordad y recibe sin olvidar”               . Esa máxima era maravillosa.

22 nov 2018

Facultades Mentales Superiores


La educación universitaria en la provincia de Entre Ríos era un desastre, por eso el poeta surrealista del parnaso porteño se marchaba de Olivos con su castellano rio platense y su lunfardo, para ver por enésima vez una luz de almacén antes de navegar por las aguas turbias del Paraná, su corazón del litoral lo hacía más humilde, menos creído, más humano, menos sofisticado, más sencillo, menos acomplejado. En ese entonces leía “Padres e hijos” de Turgueniev, la Mesopotamia siempre lo inspiraba a leer literatura rusa. No le cerraban del todo el suprematismo y el constructivismo, corrientes de vanguardia “del cubismo y el futurismo al suprematismo”.
Quizás porque se sentía defraudado en su ancestral descendencia alemana que le tiraba por la rusificación pangermanista, esto según él le hacía más azul la sangre, que por cierto es más espesa que el vino. No le importaba si no era reconocido en las facultades; él ya era un profesional, un facultativo y con eso le bastaba para trabajar con los enfermos mentales, porque a su chapa le sacaba a diario tanto brillo que encandilaba a los que dudaban de su sapiencia, él no lo dudaba, hacía las cosas para complacer el deseo de su padre y de su madre. El hijo de puta era además de buena persona, un buen hijo, un buen hermano, un buen perro, un buen profesional.
Escuchaba una canción de un marinero de cabellos rubios, ojos de sal, al que habían dejado solo en alta mar por loco, desgraciado y pendenciero, entre sus sirenas de firmes colas que chocaban contra las rompientes de las olas que se formaban cuando él se despedía de ellas diciéndoles chau, me voy para siempre. Canturreaba: “De las entrañas de la bondad…un niño alado, el marinero y su sirena, los tres están, en alto cielo, en las estrellas, navegan juntos, navegaran”.
Algo le recordaba a ese poema en francés de Baudelaire que recitaba de memoria, “Les nuages”.        
Nunca dijo adiós, será porque a-dios gracias, y gracias hacen los monos.  Escribió en uno de sus recetarios membretados, un poema con un anagrama verticalizado:

Buscaba una aguja en un pajar.
Encontraba paja en un ajuar.
Reí como loco de los pajeros.
Teteaba con sus pechos.
Amamantaba con amor.

Pechos planos.
Atlética, fina.
Pechos firmes.
Alimenticios.
Nalgas firmes.
Hálito fresco.
Elástica.
Ideal.
Mía.

                Y era otro de sus juegos de palabras que ya no le causaban gracias, sino que era un pasatiempo que dejaba aflorar la materia prima de su inconsciente. Para los demás, perdía el tiempo, pero para él, lo encontraba. Pensaba que el tiempo se consume mientras tanto uno se desgasta leyendo libros en su tiempo libre.
                Sabía que iba a aprobar porque iría sin aires de grandeza, con la humildad de un grande. Razón por la cual se sentía seguro de sí mismo, porque no estaba fuera de sí.
No era suficiente caer sobrio, era necesario no ser soberbio.
Dicen que no hay que tirarle margaritas a los cerdos; pero como dicen allá en el rancho ñato: “la culpa no la tiene el chancho (que no sabe nada de aviones), sino el que le da de comer”.
                El cochino porquerizo tenía dos clases de puercos, el chancho de chiquero chico, y chancho de chiquero grande. Los chacinados y los chorizos de Entre Ríos, eran de primera calidad.
                En el acuario se preguntaba qué sería de él y no por las especies en cautiverio, sino por él; no sabía si era un pez gordo en pecera chica o un pez pequeño en el inmenso mar austral.
                Se decía, toda esa melaza que hacía erigiendo montañas de miel, sin un buen vino dulce, no tenía el sentimiento sensiblero que antes lo ponía romanticón y melancólico.
Era pura desesperación, un “reclamor”, un canto como el de las aves, el llamado perpetuo de la vida que tiende todo a hacerlo más complejo.
                Eran cuestiones que traía a cuento porque estaba aburrido de escribir insensateces para nadie, que nadie leía, que nadie iba a publicar, que nadie iba a dedicarle un prólogo o un epílogo.
                Era obvio que se había hecho solo y que no se debía a su público. Era una obra de arte su forma de concebir la vida. Ojalá tuviese repercusión algún día y el reconocimiento de algún grupo de literatos. De lo contrario tendría que cobrar un cheque y publicar ni bien tenga el filo en mano.
                Mientras que te entretenés hacés portmanteaus:
    
                               Deliterantes.
                               Anormalistas.
                               Dadá.
                               Alanistas.
                               Lombrosianos. 
                               Acuarelables.
                               Notantonta.
                               Dadá.
                               Imagogó.           
                               Artaudes.

                Una vez más se había encontrado preguntándose porque no se iba a la puta madre que lo re mil parió a pasar malicia y misiadura a otro lado, al viejo mundo, en vez de estar en una Argentina en ruinas, derruida, desbastada, devaluada, desencantada. Aunque todo sea una farsa, el participaba de esa sotié, en esa mascarada carnavalesca, en esas instituciones de salud mental, en los manicomios, en la puta calle. Pateaba Corrientes cagado de calor, esperando que alguien se le aproximase a pedirle un favor cuando se sentía capaz de salvar a alguien más que a su propio pellejo, y ese fue su más caro error, no se le acercaban cuando irradiaba luz, sino cuando más apagado estaba. Apagó el celular y se sintió aliviado. La pena siempre estaba ahí, porque al fin se lleva todo el olvido. Todo se hace parte de la memoria del olvido, o en el peor de los casos, el olvido de la memoria. Me río de mí y de mis sentimientos, señal de que he perdido el respeto por todo lo que tiene algún valor moral, hoy me encuentro perdido en palabras, y no puedo llegar a decir nada bueno. “A río revuelto ganancia de pescadores”, pobre el buscador de perlas que baja a fondo al fondo  y sube a pique a la superficie con las manos vacías después de haber abierto las conchas vacías. En el nacimiento de la Venus de Botticelli, vi algo más hermoso que ella, me identifiqué con los Dioses que soplan y arremolinan sus cabellos.
                Es penoso, cuando falta la inspiración, y triste lo que se escribe cuando uno sale mal de terapia, y angustiante lo que se transmite cuando alguien te traiciona y no te suben las endorfinas, para reaccionar, la inhibición no es lo que más bronca me da, sino el haber confiado en alguien.
                “El pez por la boca muere”.

17 nov 2018

Olivos en perspectiva

Desde el balcón, salía a mirar con la vista enferma solo lo que quería ver, lo grave del caso era que sin anteojos veía mejor que con ellos puestos.
Dejó de usarlos cuando se dio cuenta que con los ojos cerrados se ve mejor. Siempre lo supo, por eso dejó de estudiar oftalmología y se dedicó a las tuberculosis cutáneas, a impugnar pericias psiquiátricas, a hacer informes psicodiagnósticos para los cucarachones de tribunales, dejó de lado la Ética aristotélica y la protestante para posicionarse desde la ética del psicoanálisis para actuar, pensar y sentir según su deseo.
Le regalaron una mirilla para la puerta ¿¡Para qué!? Si nadie venía a visitarlo, para maltratarse los nervios, desgastar el soma por la pulsión escópica, ser un voyeur, no poder dormir tranquilo, pensando que en el pasillo estaba asechándolo la sombra de su aliado, el primer fantasma con el que hablar para poder salir.
Lo que vio desde arriba fueron barcos desarmado, veleros a la deriva que partían del puerto de Olivos y hacían el rol en San Isidro, ningún barco pirata, nunca una lancha, siempre la nave de los locos.
Estalló en mil formas, y supo que ella ya no estaría jamás en la zona de su alma, todo se voló con mil vientos que soplaron desde el Río de la Plata.
El boulevard Camacuá, era pintoresco, invitaba con sus bancos de hormigón a sentarse a tocar la guitarra por unas monedas o por nada. Era una materia pendiente para este verano, quizás sus planes se truncaran pero no tumbaban su neurosis obsesiva, seguía firme como rulo de estatua, la estructura era inmutable.
Y al ir pudo entender que estaba dando todo un río para pasar directo al edén con su dentellada herida, por su inspiración, o sea, su primer refugio ante la lluvia de noviembre, el viento y los ruidos que no paran de llamar en altamar.
Sus ojos brillaban, se secaban, nunca se humedecían, pensaba que no tenía lagrimales.

Dibujó un cocodrilo y salió de caza a matar un yacaré, lo mató, lo embalsamó y le puso dos farolitos de bolita en los ojos. Quedó boquiabierto, fue así como incorporó el tótem, tenía el poder de la mordida más poderosa de los ríos que dan al mar. Siempre que podía veía Cocodrilo Dandy, y le gustaba ir a Cocodrilo, atrás del Hospital infanto-juvenil Ricardo Gutiérrez. Dejó de ver y hacer Cocoladas británicas, conoció a Cocó Muro, pero eso no le cambió la vida, ni la forma de escribir.

15 nov 2018

Tertulianos


            El análisis de los artistas surrealistas siempre fue mi más alta aspiración como psicoanalista dadaísta. Con Freud, Dalí y Bretón, no tuvieron mejor suerte, más que una sola entrevista en el caso de Dalí, que le ganó por cansancio, pero muy a pesar de su insistencia, encontró en la forma de un caparazón de caracol que andaba en bicicleta, la cabeza rafaelezca de Freud, uno de sus mejores bocetos de un Freud próximo a la muerte.
            Bretón pese a sus misivas, jamás pudo tener el honor de conversar personalmente con Freud, tampoco tener una correspondencia, ni mucho menos estar incluido en su epistolario.
            Me inclino a pensar que Freud, siempre fue un romántico, demasiado instruido en las bellas artes que los demás. Amante de las obras renacentistas. Detestaba la música, posiblemente porque padecía de hiperestesia acústica.
Es entendible que el múltiple interés del psicoanálisis, lleve a los artistas plásticos, a querer ser parte del movimiento psicoanalítico y su círculo cerrado con efecto Zeigarnik.
El tema de las vanguardias es mejor abordarlo desde la filosofía del arte, y no de la historia, porque la filosofía del arte es capaz de capturar el ser del artista, y no limitarse al ente; interpretar lo subjetivo sin contextualizar, es decir, las ideas son el producto de pensamientos y no de condiciones socio-históricas. En todas partes la gente es la misma, con su neurona y su estímulo. Lo que cambia es el estímulo y no la neurona.
El psicoanálisis dadaísta, es inclasificable y está dentro de las profesiones imposibles. Tiene técnicas y dispositivos poco ortodoxos que llevan muchos años de aprendizaje y mucho tiempo de análisis. Hay que tener una preparación muy distinta a la de los psicólogos, y sin los conocimientos artísticos no se llega a ningún lado, la mediocridad y la ignorancia desvirtúan el análisis.
 Muchos opinan que la narcosis y la hipnosis, no son medios de cura, éticos. Digan lo que digan, es lógico, se asocia libremente y se reprime violentamente porque “de eso no se escribe, de eso no se habla, porque eso no se hace”. Si nos fijamos por la mirilla de la puerta de la percepción, podremos ver que es en el campo de las adicciones donde tenemos que detenernos a alucinar con el Otro.
No solo estructurar el inconsciente como un lenguaje, sino con un inconsciente que no miente, no falta, no está barrado, no está castrado, no es sede del código, dice solo la verdad y nada más que la verdad, porque no solo habla de ello, sino que escribe, y no solo escribe, historiza, pulsiona, produce, crea, o sea, lo hace hacer cosas.
            La prosa es un pasatiempo que se disfruta si es verdadera.
Las lecturas que valen la pena son las que conmueven, las que hacen pensar, las que dejan una profunda enseñanza, las que dan risa, las que asombran, las que tienen el poder de volarle la cabeza al lector.
He tenido la suerte de leerles mis escritos a varios personajes cultos y a tantos otros no tanto, y la repercusión nunca fue la que esperaba.
De vez en cuando, me gustaría obtener una repuesta, o siquiera una protesta. Nunca tuve el mecenazgo de nadie y es por eso que no puedo encontrar el momento de concluir. Si pudiera terminar y publicar, cambiaría de estilo. Me dedicaría a escribir el psicoanálisis y dejaría de lado toda connotación Dadá.
Quizás todavía sea necesario seguir escribiendo hasta el día que se me agote la inspiración, cosa que veo difícil, por el simple hecho de que además de ser analista, tengo los fantasmas del escritor, que me atormentan a mí como a Sábato. Lejos de entrar en comparaciones; hablábamos de la primer publicación de Borges. El estilo de Macedonio; el suicidio de Lugones, las frases de Marechal, la locura de los verdaderos escritores europeos. Esos autores que son inmortales y que llegaron en la cima y la miseria, a trascender en la historia de las obras maestras de la literatura universal. No es cosa fácil llegar, aunque siempre toca. Lo difícil no es subir, sino mantenerse. El delirio está siempre presente en las psicosis, y el discurso del psicótico naturalmente, es delirante. La literatura que no se puede publicar es un desperdicio de tiempo.  

1 nov 2018

Soy Panal


Los años son como los sueños, solo se tienen en cuenta cuando se cumplen. No te olvides que soy grande, porque maduré muy rápido y me pudrí muy lentamente.
Gracias a las cremas anti-age de “Panalab”, hoy soy Panal, por su fonética onomástica, por ser el anagrama de mi nombre sobre tu nombre. Nunca olvidaste recordarme que te recuerde en mi natalicio y eso me hace feliz, cuando te digo que sos todo, es porque vos sos lo más. Hubo veces en las que me sentí encerrado en tus celdas hexagonales, otra tantas me perdí de las aventuras de la abeja reina; nunca fui un zángano, siempre fui un obrero de tu querer.
Esta jalea real es el alimento que elaboro para alimentar a la larva que se convertirá en reina. Tiene un aspecto aceitoso de color algo dorado. Daría mi aguijón para protegerte.
No deja de tentarme en las mañanas la miel que deja el sol en tu ventana. Las abejas son insectos polinizadores de las más hermosas flores de mi jardín primitivo, petunias, amapolas, margaritas, claveles, geranios, rosas, caléndulas, girasoles, entre sus hierbas favoritas se encuentran las almendras, la alfalfa, el romero, la salvia, la manzanilla, el diente de león, el nabo, el trébol, el tomillo, el orégano, el melón, entre otras; lejos de hacer alarde de mis escasos conocimientos de botánica y floricultura, las menciono porque nos enseñan cosas bellas las flores. 
Así fue que la perfección de tu fitomorfísmo y la fragancia de tu gineceo, me atrajo, aunque tu flor jamás se abrió para florecer en mis 33 primaveras, para polinizar tu pistilo. La palingenesia, me llevó a la eternidad, después de ser virus fui bacteria, transmigré de parásito a insecto, de ameba a mono y tuve también formas metaloides: bromo, boro, cromo, cobalto, cobre, flúor, hierro, manganeso, molibdeno, níquel, selenio, silicio, vanadio, yodo y zinc, hasta llegar a ser un soldado de lata que lucha y que mata por vos, fui el hombre de la armadura de acero con corazón de piedra, y finalmente un poeta surrealista del Río de la Plata. Y era duro sacarle aceite a las piedras. 
Debo confesar que con RCP hubo ablandamientos. Una vez, me dormí a la sombra de mi aliado, vi mi alma salir de mi cuerpo, soñé un sueño profundo que duró 33 años, embotellé mi genio en cada botella que destapé y descorché; aspiré el éter de los inmortales, respiré en atmósferas con olor a hospital, llegué a internarme reiteradas veces en clínicas de la salud, para curar mi extraña enfermedad inclasificada en la casa de la risa, fui hasta el cabaret, toqué con las manos la balada de para un organito loco, te amé, sufrí y morí más de mil veces. Por eso escribo. Hace años que escribo poemas sin sentido y una sola carta de amor desesperada en la que no pude expresar mis más profundos y puros sentimientos hacia tu pequeño ser, del tamaño de un grano de la más fina arena y del valor de un diamante cortado. 
La verdad es que me duele que me niegues tu cuerpo, tu sexo y que abrigues en tus sentimientos hacia mí un poquito de amor, y jamás dejarme en el pasado para pasar a ser parte de la memoria del olvido. No te reprocho, ni te culpo por tomar distancia, pero quiero que sepas que escondo en mi adentro deseos que tengo pensado realizar y te advierto que si bien no te incumben, te incluyen, te hacen parte de mi vida porque no soy un tibio en esta larga historia, y al menos hoy necesito otra forma de vida, ya no quiero vivir como digan, quiero mirarte a los ojos y que me des vuelta, otra vez como antes, cuando lo enfermeril y el dosaje medicamentoso no me haga escribir palabritas en un cuaderno azul como el poeta de Adán Buenos Ayres. 
El idiota que fui al creer que un alma como la tuya podría tener el poder de salvarme de estas temporadas en el infierno fue mi peor error.
Cuando esté rehabilitado voy a pedirte la mano para salir juntos a pasear por nuestra ciudad natal.
Cuando pusiste un alto me vine abajo, me deprimí, pero mi manía me hizo resurgir de la penumbra del eclipse en el que me vi perdiendo la visión del tercer ojo para mirar por la ventana terapéutica que da al jardín de las delicias.
Espero que no me entiendas mal, “amar es amaré”, por eso ya no espero que vengas a verme, voy a ser yo quien se acerque a vos.
Cuando nos volvamos a ver te voy a dar las gracias por haberte hecho desear tanto en tu ausencia, la que postergó el encuentro de las almas quizás y motivó tanto mi tratamiento y la vuelta al mundo real, a la vida que quiero compartir con vos. 
Puede que te de terror, miedo y desconfianza verte reflejada en mi espejo interior, una personalidad tan trastornada, manicómica, que encanta y que no ha alcanzado la perfección de sus virtudes. Este verano vamos a navegar en velero a Brasil, para que no vuelvas a México, sin hacer el amor conmigo. En un futuro no muy lejano quiero viajar a Milán con vos para que vivamos en Europa. Para eso tengo que confiar en mi amor. Tengo curiosidad, quiero saber de vos, que pensás, como te sentís, y me da mucha impotencia estar tan lejos y tan cerca. Es importante que sepas que toda mi vida estuve enamorado de vos, de lo contrario no te dedicaría este loco manifiesto, sintomático y/o malsano. Nunca pude obligarte a que me ames, sé que los sentimientos no se eligen, pero me siento capaz de amarte más que a nadie. Tengo esta ilusión y tengo este dolor, quiero jugarme la vida en esta apuesta, sin arrepentirme de la moneda que tiré a la fuente de los deseos. Hay otras formas de decirte lo que siento, mandándote regalos, orquídeas, pero no, es por escrito, primero fue a mano para no perder mi tacto divino, finalmente fue más clara mi letra pensada. Más legible, tranquila, sin el pulso tembleque, inclinada hacia el futuro, despegada del renglón por mi afición fantástica a lo infinito. Me cuesta darte por perdida y quizás sea esta la primera de una serie de misivas parte de un largo epistolario. No creo ser tan malo escribiendo. Las cartas son una forma romántica de expresarme sin emociones fuertes, es decir, son puro sentimiento. 
Hoy dejó para siempre el pañal, para ser panal, y no ser banal. Sé que no soy un billete de $100, ni tampoco U$D 100 para que me quiera todo el mundo, por eso sigo insistiendo con vos, como aferrado, sujeto, clavado, “cling”. Siento que puedo hablarte en silencio y que me hace falta saber qué efectos puedo causar en tu bello rostro, que voy a dibujar en carbonilla, para mandártelo cuando obtenga un acicate, por todo esto escribo, por el aire que respiro en cada intervalo que te imagino sonreír, en todo tu esplendor y magnificencia real. Me siento capaz de recuperar tu querer y quiero hoy tal como ayer volver a aparecer con el doble de ganas de estar con vos compartiendo el tiempo perdido en estos años de internaciones, en los que me he hecho amigo de las sombras, de los relojes de arena, de las agujas con su eterno tic-tac, de las pastillas, los caramelos media hora y de todo lo que hace cucú.
Algo en los jardines me inspira confianza como para mandarme con toda esta prosa al frente y seguir y seguir y seguir haciendo por siempre un asilo en tu corazón, ese que un día perdí y estuvo tan al resguardo y que se escudó en el pecho de la pendeja que siempre me dijo que no. Voy a seguir por esta línea en esta hoja. Tus sistólicas pulsaciones tienen que causarte taquicardia y no bradicardia, lejos de causarte un paro, pretendo que te pase como a mí.
Tuve tu amor y en mi quedó algo, un sabor amargo bajo piel, no puedo creer que a medio paso de tu amor, nunca pude probar la miel de tu piel, nunca perdí la fuerza, el coraje y el valor para decirte que te amo. No está de más que de cuando en cuando lo sepas. Recuerdo que nunca te lo dije al oído, pero mi capricho es ley, por eso vuelvo a insistirte, porque para mí un no, es un si negado. 
Quiero saber que te causa esta invitación y si te da motivos para reconsiderar no lastimar más mi pobre corazón herido por vivir. Es una oportunidad que le doy a este pobre amor en llamas que late en mí. Puede ser que no te cause ni siquiera asombro tener a semejante rata de albañal atrapado en tu trampera. Ya estoy lejos de la trampa; porque creo en los milagros, porque estoy hecho un santo, porque mi voto por el celibato me está costando mucho. La abstinencia es la parte más pesada de la distancia en la lejanía. Extraño la buena vida, el lujo, el placer y la caricia que evita el derrumbe de mi espíritu bajo tus pies. Quiero acabar la línea cuando me broten las palabras que nunca pude decirte al oido.

29 sept 2018

Aforismos aburridos


Las letras de las palabras, son las palabras de las canciones.
Las canciones de las obras, son las melodías de las palabras.
Las letras de los escritos, son el cuerpo del texto.
Los textos de las obras, son los escritos del autor.
Los autores de los poemas, son apóstoles abnegados.
Los falsos profetas son los verdaderos ídolos.
Los hombres de las mujeres buenas son excelentes amantes.
Los pintores del siglo XXI trascienden a sus pinturas.
La opulencia y la riqueza son banalidades del mal.
La mentira se estira cuando la ira tira para atrás.
La verdadera valía de las cosas las determina el tiempo.

Punto final


La espera es ruinosa.
La pausa silenciosa.
La coma vale medio punto.
El punto y coma, un silencio de corchea.
El punto y seguido, un silencio de negra.
El punto y aparte, un silencio de blanca.

Solo si me quieres


Solo si me quieres, te escribiré de nuevo.
Solo si me quieres, te hablaré otra vez.
Solo si me quieres, te regalaré un día para toda la vida.
Solo si me quieres, te dibujaré un retrato escorzado.
Solo si me quieres, te olvidaré para siempre.
Solo si me quieres, te veré muy cerca de lejos.
Solo si me quieres, te miraré a los ojos.
Solo si me quieres, te haré llorar de alegría.

Será porque te amo, olvido decírtelo.
Será porque te amo, recuerdo olvidarte.
Será porque te amo, olvido recordar tu olvido.
Será porque te amo, recuerdo olvidar recordarte.
Será porque te amo, pienso lo que siento.
Será porque te amo, siento lo que pienso.
Será porque te amo, pienso que sentís.
Será porque te amo, siento que siento.
Será porque te amo, olvido pensar sentir el recuerdo.

El jardín de las delicias


Delirios y rosas,
Eran los jardines,
Donde corrían como locos,
Los buscadores de delicias,
Donde cultivaron,
Los frutos prohibidos,
De la higuera del Buda,
Que podridos,
Caían a la tierra,
Picoteados por las aves.
El árbol tronchó,
Nunca más posaron,
En sus ramas las aves,
Que antes picoteaban,
Sus higos maduros.
Las aves murieron,
Otras migraron,
Los demás se quedaron,
Llorando en el nido,
Invadido, destruido,
El nido voló con la tormenta,
El Buda se iluminó,
Una mañana,
Un nirvana.

Yo, ella, y él.


Yo, ismo de toda falsa escritura.
Yo, letra de pésima caligrafía.
Yo, la falta de espesor semántico.

Ella, la musa de la música.
Ella, la bien amada.
Ella, la perdida.

Él, el idiota.
Él, el que no sabe nada.
Él, el que sueña despierto.

Esto, no es poesía.
Eso, no es verdad.
Aquello, lo que está.
Esta, la que me toca.
Esa, la mejor.
Eso, lo que quiero.
Es, lo que siento.

Vedette de Varieté


Seda y percal,
Mucho maquilaje,
Nadan en sus ojos,
Entre el rímel,
Lágrimas de mercurio.

Dios es un hombre
Su hombre es Dios.

Provoca su boca
A morder,
El bocado,
Y terminar,
Devorando su alma.

Su cuerpo esbelto,
Es gimnástico,
Como un elástico,
Que cuelga de los hilos,
De un titiritero.

Verbalismo


Dejar de pensar,
Volver a sentir,
Dejar de sentir,
Volver a amar,
Amar sin volver,
Volver a pensar,
Pensar en sentir,
Sentir sin pensar.

Estatua de sal


Sanar las heridas con sal del marina, es la mejor manera de de quitar las penas. Dicen que el mar tiene propiedades curativas por el yodo, y el viejo adagio reza: “No hay nada que el agua no cure”. Unamuno dice: “La vida es como la espuma, por eso hay que darse como la mar”. La espuma mística que se dora al sol en la orilla infinita, deja el borde áureo, mientras el viento arrastra la resaca a la escollera; la arena orada la piedra y la socaba, como así el alma erosiona el cuerpo.  El viento sopla para acariciar con suaves brizas la tez blanca, y aliviar el ardor de las pieles curtidas, y se escurre por entre los pliegues de las cisuras agrietadas por los años.




Da un poco de impresión,
Verse reflejado en el espejo interior,
Mete miedo y asusta a tu alma.
Tu cuerpo al mediodía,
Lo contorneo como a una estatua de bronce.
Tu cuerpo por la tarde del ocaso,
Me ciega con su luz exuberante.
Tu cuerpo de noche lunar,
Es un reflejo de tu piel y mi abrigo,
Tu cuerpo a medianoche y su encanto,
Es tan frío como el mármol.

26 sept 2018

Los metejones de Mauricia


Ella hizo de su casa, la casa de todos, la “casa de tal” no era precisamente el palacio de los Anchorena.
Ella hizo un bulín con una catrera donde la estadía y el pernocte eran gratuitos, había un cartel en la puerta que decía: “La casa invita”, esa era la política para que los socios del club se quedaran cómodos y despreocupados en sus aposentos. Las facilidades de pago hacían de este rantifuso cabaret arrabalero, tan de Buenos Aires, y a la vez, tan de ella, era lo que atraía a innumerables cantidades de almas desesperadas por una caricia. Nunca nadie notaba que lo que se transmitía ahí no eran enfermedades de contagio venéreo, sino psicopatológicas, caldo de cultivo de demonios del averno hervidos a temperaturas que ni la más poderosa de las bacterias podría resistir. La asepsis hospitalaria para con el huésped hospedado era un lujo, sin embargo el caos fulminante y el desorden organizado, hacían de la casa, literalmente un quilombo. Y allá nadie se hacía el gurú, ni él mandamás.
Ella trataba a todos por igual, razón por la cual ellos mantenían la ilusión de ser considerados únicos e inigualables, cuando en verdad eran figurines repetibles, poco importantes, intrascendentes en el amor, maniquíes descorazonados, se sentían Dioses ínfimos que padecían el éxtasis del esclavo, inconscientes, eran sin saberlo la presa sexual de Mauricia.
Ella, la madama, la cocot, la más puta de todas las putas diablas, dueña y señora de la noche de San Fernando, descartaba sus amoríos y los desechaba como se tiran los forros usados.
Algunos de ellos le generaban problemas porque padecían de delirio celotípico, trastornos obsesivos-compulsivos, otros trastornos por dependencia y finalmente entre la interminable lista de personajes caracteropáticos del teatro de la crueldad, los por ella más y mejor amados, los psicóticos. Por eso era tan poco infame esa casa, donde en cuartitos chiquititos todos los vecinos del vecindario espiaban desde sus ventanitas del amor, mirando detrás de las cortinas de tul, los desnudos artísticos de la vida cotidiana y los actos amatorios más carnales y bestiales, como así las más delicadas y sutiles palpaciones.
Mauricia era una mujer culta, idiosincrática y tenía cintura política y contaba con guiones dramáticos que nunca agotaban la poesía romántica de su obra maestra.
                Cuentan de los que de ella saben sus secretos de alcoba que a veces andaba desnuda, Diosa y atorranta, inspirando a los poetas surrealistas y a los enfermos psiquiátricos escapados del manicomio, pero atrapados entre sus piernas y atados con las sábanas perfumadas por su piel, a los pies de la cama. Esa casa, tenía tanto misterio, que una habitación estaba embrujada y era solo para hacer conjuros, hechizos, encatamientos, y gualichos con aire de macumba. Era tan escasa de lujos, pero tan acorde a las circunstancias de las vidas que albergaba, que al caer rendidas a sus pies, con el alma rota apreciaban la belleza infinita de las simples cosas.
Ella les decía: “No partas ahora, soñando el regreso. Que el amor es simple, y a las cosas simples, se las lleva el viento”.
                Tales eran las aventuras de la abeja reina, que tenía una panal repleto de zánganos encerrados en las celdas de la colmena sin poder escapar ni probar la miel.
                Desde una ventana se veía el mundo, y por la otra el inframundo.
                Como Atlas quien entrara a la casa tendría que vivir en dos mundos, porque su amor era platónico y absurdo, loco y desequilibrado, una pasión anormal y extremosa. Ella exigía rendición total y desarme; los que iban a hacerse los pistolas se quedaban sin balas al llegar a la puerta, por eso ella aprendió a esperar con un tramontina en el bolsillo y un gato negro a su lado.
                Ella la que de niña, era pura, fue elegida por este Dios prostibulario condenándola a toda una vida de penas y alegrías efímeras y pasajeras…
                Nadie se atrevía a decirle al oído lo que ella quería escuchar porque no era sorda, y esa música que tenía que perforar todos sus orificios era apenas perceptible, la sentía por su tacto divino, con todos sus sentidos agudizados oía un silencio de redonda, dos silencios de blanca y cuatro de negras. Ella tenía un metrónomo y un termómetro, no precisamente para tomar el tiempo y la temperatura, sino un tester de violencia; porque ella era la pitonisa de un barrio, donde se tiraban con piedras de cuarzo y rodocrosita, donde se tiran piedras blancas y brillantes.
                Se dice que en las noches de lluvia los escuerzos y los brujos se transforman en príncipes y magos, para entrar y poder desvestirse mientras ella sueña que sueña que sueñan con ella por los presagios y maleficios que hace desde su santuario, que ella trasforma en un cuartel infernal.
                Una tarde primaveral aporteñada, salió de casa, cansada de esperar que la araña case una mosca para encontrar en el cementerio de la Chacarita a su amor allí.
Nunca supe si ese encuentro se dio, ni como fue, ni que pasó; pero un adivino divino me lo hizo saber y el código me lo hizo entender.
                Eran tiempos felices para Mauricia, encontró a su alma gemela, y este casalito tuvo la bendición de un Anticristo, sin celebrar boda alguna, el eximio vate, alianzó a un judío y a una mahometana con estas palabras:

El vino se hizo uva, racimo, y parra.
 El pan se hizo miga, harina, y trigo.
El paralítico se fugó al arrastra.
El ciego se quitó los ojos de vidrio,
y al fin pudo oír por sus cavidades.
La puta diabla fue virgen por una noche.
El asesino fue santo por un día.

Al fin del sueño todo caería por su propia gravedad en la triste y precaria realidad y los invadiría un tiempo de miseria espantosa, vida de barrio plateado por la luna de broncas y entreveros, sería toda su fortuna. Había descapitalizado el rosco, y había sido advertidos por el eximio vate, que el rosco no cambia a las personas, sino que las hace hacer lo que siempre quisieron hacer mientras duren duros. Esa máxima era roca sólida y la piedra angular de toda su sabiduría. El rosco había sido un efecto que acrecentó su amor cuando se acabó. Es cierto, la chusma saldría a decir que se endeudaron por el triple de lo que podían pagar. Así se sumían cada día más en un pozo depresivo que no pasaría a mayores mientras sean el uno para el otro, tal para cual, un roto para un descocido. Serían dos sin tres, pobres pero felices al fin.

1 sept 2018

Lágrimas de oro


Llueve y el cántaro se rompe.
Alguien alza un canto al cielo.
Garúa, los transeúntes se mojan.
Ruido de magia, monótono, calmo.
Inunda y lava la maldad de tu alma.
Mueve el viento las ramas de mi árbol.
Arrasa con todo como un vendaval.
Silba el aire en movimiento un tono de re.

Deleznables nubarrones que se disiparon.
Ennegrecida noche, larga y atormentada.
Llovía, la jaula de agua abarrotándome.

Caían las gotas del cielo besando el suelo.
Inunda y tu alma se purga de todo mal.
En calma y en silencio, todo se calló.
Lamento de los dioses que lloraban.
Otra vez, el cielo está cerrado.

12 ago 2018

Los tiempos de la cura

Cada etapa de un tratamiento tiene una semejanza con un estadío del desarrollo evolutivo. O sea que, se supone de ser progresivo se cronifica o se involuciona si se agudiza. El sentido de la posterioridad en la interpretación y la significación tiene que ser marcados por traumas o puntos de corte. Cuando se interviene con escansiones, que abre la hiancia que deja entrever por la ventana terapéutica el tiempo de duración, del tratamiento, de la cura, o de la sesión, como así también de la enfermedad y de lo que queda de vida. Esta cercanía de la cura como promesa analítica y el furor curandis o sanandis es inconscientemente un alejarse de la muerte. Si el paciente se cansa de esperar se impaciente porque está perdiendo el tiempo de vida. Eso tan preciado que podría estar gozando al bordear los contornos del agujero. Si se lo castra no se regula su posición respecto a su deseo sino que se desbanda el goce fálico al nivel de la palabra hablada.

Regreso al amor

Si es que perdí tu rastro, fue solo en los minutos de silencio que te encontré entre mis pensamientos más diáfanos y claros. La imaginación me llevó a lugares donde jamás estuve, porque no hay coordenadas donde ubicar mi paraíso farmacológico.
Soñé otro mundo en una realidad paralela, que solo voy construyendo con mis fantasías, lejos de la gente, cerca de mi alma vagarosa, etérea y volátil. Pienso que siento lo que me pasa con la ilusión de lo que creo, es una manifestación de mi deseo más puro.
No me resigno a aceptar que me di al abandono y la pérdida del amor. Es el regreso al amor mi más precioso y sagrado tesoro.

Acerca de la virtud teologal

En el rito iniciático, brotaron oraciones en sánscrito de la boca de unas pobres ascetas hispanoparlantes, seres perdidos en un idioma imposible de una cultura prístina. Imposible de apropiársela por vía del lenguaje. Pensé en el hinduismo de mi adolescencia temprana leyendo el Gita, los Vedas, Viaje a Oriente, mi conversión al budismo zen, mi afición al judaísmo y el eterno retorno al catolicismo. ¡Porquería de cristiano!
No pude negar la existencia de Dios, hasta ser un nihilista escéptico, agnóstico, ateo.
Puede recuperar el interés por las religiones cuando me hice psicoanalista pampsiquista.
            Caí en un profundo solipsismo.
Un enfermo con delirio místico, ese que aprendió todo del primitivismo y la eficacia de la magia simbólica tiene más fe, que éstos chantas que se hacen llamar mahariyish, yoguis, “instructores evolucionados”. Pienso que son unos crédulos hipócritas y vende loros que padecen una profunda crisis religiosa porque no cuestionan sus creencias, son simplones flojos de papeles, mediocres que se creen la mentira de saberse conscientes.
                Un psicoanalista no puede hacer más que sonreír ante la ingenuidad y genialidad de tumbar esas neurosis-obsesivas.
                Por todo lo antes expuesto ut supra manifiesto que: 
 El credo es elección de la patria y si hay guerra santa es porque Dios existe.
Dios es uno y no hay politeísmo que demuestre su existencia.
Nunca voy a atender a pacientes que no sean judíos, ateos, protestantes o católicos.
Después de todo el misterio de nuestra fe es la muerte del amor y la crueldad en su grado máximo de locura. Amar la locura es el principio de todo amor al prójimo, porque somos, actuamos, pensamos y sentimos a imagen y semejanza de Dios. Amen. Amén.

La muerte del poeta

Dejó de recitar,
fue besado.

            Dejó de escribir,             
pudo tocar.

Dejó de pensar,
sintió el cuerpo.

Dejó la pluma,
voló sin alas.

Dejó de vivir,
encontró su alma.

Elévame por encima del pleonasmo.
Súbeme arriba de la redundancia.
Bájame debajo de mis pies.

Le petit

Liliput, con la belleza de un diamante en bruto.
Pequeña, con la grandeza de una hormiga tenaz.             
Minúscula, inhibida, como un micrografísmo.
Menor, como el modo de los acordes más tristes.
Chica, como una liendre.
Diminuta, como los microorganismos.
Ínfima, como el valor del peso argentino.
Enana, como un fenómeno de circo.

Sedería

Cede una seda sedante,
en una cama deshecha.

Abstinencia de tu amor,
se hace carne del alma.

El agua no se mastica.
El aire se corta a cuchillo.

No se puede secar la ropa de mañana,
con el sol de ayer.

Alma mezquina

Deja de dar, quizás así, tan solo te den algo más de lo que has dado.
Deja de dar, porque no hay bondad ni bonhomía en la caridad ajena.
Deja de dar, que cuando vuelva algo de todo, esto es nada de nada.

Date a todo lo bello y hermoso como tus únicos bienes terrenales.
Date el gusto de darte arte como lo hace tu suicida corazón.
Date tiempo para sentir que sabés pensar lo que sentías.

Devuelve todo lo que te queda de lo mucho o poco que te han dado.
Devuelve lo que nunca vas a volver a ver, tener, ni poseer.
Devuelve con la mano abierta y dejalos que coman de tu palma.

Has que toda tu riqueza sea tu nobleza.
Has que toda tu opulencia se desprenda.
Has que tu luz brille para los que te aman.

Toma tu tiempo, las horas se encierran cada segundo en los relojes.
Toma las palabras de los locos por verdaderos aires de la sinrazón.
Toma enserio tu delirio de grandeza y sabete siempre acrecentado.

Piensa tanto como puedas, de tanto en tanto, reflexiona.
Piensa tanto como puedas, porque pensar no consuela ni hace feliz.
Piensa tanto como puedas, para que cada día eleves una oración.

Actúa, que los escenarios son, tanto para la comedia, como la tragedia.
Actúa, que los anfiteatros y  las plazas son para mistagogos y agoreros.
Actúa, que tu voluntad sea el motor inmóvil que todo lo mueve.

Estos días de ausencias presentificadas en lo real.
Estas noches sin sueños no son para la oniromancia.
Este tiempo presente de un futuro pasado perfecto.

Nada

La letra escrita suscita.
Nada es real, sino la palabra.
Dicha que dice desdichada.       
Nada es amor, sino locura.
Compartida o repartida.
Nada es paz, sino guerra.
Batallas, victorias y derrotas.
Nada es gracia, sino desgracia.
Defectos de la virtud.
Nada es magia, sino magiar.
Budapest es un buda apestoso.
Nada es alegría, sino epifanía.
Eufonía, una imagen acústica.
Nada es vida, sino dádiva.
Divina diva, la que inspira.
Nada es gloria, sino idolatría.
Poesía desposeída, de mi voz.

Abre

Abre tu corazón ante el cirujano para que te extirpe los ventrículos enfermos y te los cambié por unos de perro; así al sentir que te traicionan seguirás siendo fiel a tu Amo. Abre tu mente al mágico y misterioso mundo, la tierra de la luna.


Solo con una mirada expresalo todo.
Solo con una palabra has que baste.
Dale al Otro lo que no le es propio.
Dale al otro lo que no es tuyo.
Dame a mí lo que quieras recibir.
             Dame una oportunidad de amar.

El éxtasis del esclavo

A medida que el hombre más se aleja de la luz, más grande se hace su sombra.
Con las sombras juegan los tenebristas, con la luz los grandes maestros del barroco.
Los fantasmas son fantasías que por olvido desaparecen en cuerpo, más no su alma.
Una recae cuando se ha levantado; alguno que otro tropieza y se pega un porrazo.
El régimen de visitas restringidas es para reclusos repulsivos que recordando reminiscencias retornan rebobinando, repasando y rememorando el pasado.
Hasta el colmo del cansancio he llegado esperando algo que nunca va a venir. Por eso sigo esperando aún cansado para colmar ese vacía que hay en mi ser y no es nada más ni nada menos que un objeto perdido, imaginaria corporeidad evanescente, ya no de carne, hueso y sangre.
Por otro lado me falta Otra Cosa, algo que me preocupa es lo que lisa y llanamente los simplones llaman amor. Siento que la necesidad imperiosa ha cesado y ahora espero dar sin recibir.
Por eso escribo para mí, para todos, para nadie en especial.
                El desgarramiento del desmembrado es el desencadenamiento de las psicosis, donde ya no hay dolor, porque no existe elaboración del duelo, cuando no hay amor propio, solo sentimientos de irrealidad, despersonalización, desvanecimiento de la palabra, un borramiento, una elisión de la palabra amor que propicia el nombramiento del “Amo”.

El esclavo liberado no es feliz sin la tiranía del Amo.
El Amo sin el esclavo es Amo de sí mismo.
Nació para amar, no siente odio sino desprecio.
El esclavo necesita lo que el amo desea y con saberlo y servirle,
Lo hace siervo, esperando reencarnar en un cervato vil.

Algo del orden divino se le juega al Amo y al esclavo, es que el esclavo cree en Dios y el Amo se cree dios. Así funciona la relación sadomasoquista y se forja el vínculo inalienable.

Los amigos de Dios aparecen en los peores momentos.
El Amo es el único capaz de recibirlos, es el anfitrión.
los esclavos no son amigos sino enemigos íntimos.

Orquidario

La mitad de las cosas dichas fueron ciertas y la otra mitad verdaderos aires…
El tiempo que todo lo consume como un fuego eterno que dejó las cenizas de nuestro amor volar con la brisa de una risa cuando el cenicero de piedra estaba colmado y al lado de la ventana que da al balcón desde donde contemplo el Río de la Plata.
Siempre regalé orquídeas el día de la primavera, siento que es duro el invierno para los que duermen en camas de hospital separadas.
Noche a noche me atormentaba el insomnio al imaginar que te perdía y que no tenía nada más, porque ya no eras parte de mis días y solo existían las flores.

Almost a lot


Apenas puedo,
sonreír y pensar,
imaginar fantasmas,
soñar con camas,
vacías, sin cuerpos,
desnudos al sol.

A poco que tengo las horas,
son las que me debe tu piel,
tan tersa, suave e intacta.

A punto de caer en el olvido,
resurgir como un fantasma,
atravesando la ciudad.

Solemnidad solar,
áureo, dorado,
el iris de Heliogábalo,
el ojo ciego bien abierto,
ese que nos miraba,
ese que ya no nos ve,
ese que nunca me vio.

Cegadora,
la luz de tu alma,
refulgente y cálido,
tu haz, tu aura,
áurea, dorada,
estrella diurna,
de luz brillante.

Cada luz que proviene de ti,
Alimenta mi alma sombría,
Tragaluz, absorbiendo,
toda la luz del sol.

Fue


Se fue,
volvió.
Se fue,
regresó.
Se fue,
volvería.
Se fue,
buscando,
            algo que no se encuentra,
ni cerca ni lejos.
Espejismo ilusorio,
            alucinante, que la engaña.

Vacío sideral


El poeta sintió que la poesía se desvanecía que la musa huía del hombre y solo quedaba su fantasma. Entonces, se dijo: “no está”, no es lo que tenía que decir, pero lo escribió y lo firmó. Se supo acrecentado y entonces empezó a levantar vuelvo con un ala rota y sin el envión que podría propulsarlo al aire. Corrió hacia el vacío y se tiró para planear desde lo alto del risco más pequeño. Voló hasta caer, aterrizó a duras penas y le costó levantarse. Ya no tenía piernas para sostener su peso muerto, el tronco yacía tumbado y su cabeza se desprendió del cuello porque no soportaba tanto dolor de esa vieja mascarilla. Así fue que lo llamaron “títere sin cabeza” y su leyenda quedó sepultada en la memoria del olvido y en los corazones de algún que otro amor mal logrado, hecho de los añicos de espejos interiores del alma. Nunca nadie lloró la pérdida, se retó a duelo contra sí mismo y le ganó la muerte. Se pudrió su cuerpo putrefacto que alimentó con morbosidad, así los gusanos, las larvas, las bacterias y los parásitos se encargaron de carcomerlo. Ya nunca volvería a sentir por los sentidos aquellas sensaciones sensualistas sensacionales. Solo con la imaginación podría sobrevivir a semejante porrazo, a ese golpe en seco que se dio amnesia.
Había anhelado tanto ser parte de un sueño eterno que Dios soñó despierto. Su fabulosa fábula fue una fantasía y nada más que este escrito que dejó tirado por ahí, da fe y cuenta de su simple y pobre vida materias. Hoy solo es un espíritu que acompaña a sus seres bien amados de algún destello de divinidad, casi santo, obrando de manera misteriosa.

28 jul 2018

Pesanervios


Cortocircuitos sinápticos en espacios vacíos.
Besos dendríticos intercambiando proteínas.
Plexos neuronales entrecruzados, estrujados.
Haz de nervios, músculos, tendones y venas.
Corporeidad llena de humores negros fluyendo.
Anamorfosis de los pasos perdidos, sin piernas.
Axones espermáticos que viborean hacia la nada.
Ablación sin hache de los lóbulos frontales del cerebro
Esa osamenta esquelética de los enfermos mentales.
Un psiconeurótico enamorado de su propio delirio.
Tejido blando textual de texturas ásperas, rasposas.
Una adicción incurable a la carne y su abstinencia.
Neurotóxicos toques de distonía, ataxia, sialorrea.
Goce fálico de orador de la propalada palabra mistonga.
Piel afectada por la malasezzia fur fur.

La guitarrita


Ligados.
Armónicos.
Guitarra mía.
Un himno hipnótico.
Instrumento mental.
Trémolo triunfal.
Acorde del alma.
Rasguido de tango.
Resonancia toráxica.
Instrumento de cuerda.
Trastocada de rock.
Arpegio delicado.

El chiste y su relación con el inconsciente


Jacobo Witz era un humorista pésimo, no era chistoso, pero a diferencia de los cómicos no pretendía ser gracioso, era su vicio hacer comentarios fuera de lugar. Una de sus más agudas observaciones era pedir en los negocios lo que sabía que no había; no para hacer notar la falta de la cosa en sí, sino porque le salía así. Tal día, se encontró en una farmacia y pidió un medicamento que ya no se fabrica, el farmacéutico le dijo: ¿sos vivo o sos pelotudo? A lo que él contesto: Y las dos cosas. Leí y releía el libro “El chiste y su relación con lo inconsciente” de Freud en el baño. El baño era para él un lugar donde relajarse, haciendo sus necesidades de sentado podía concentrarse e inspirarse. Era un escritor de ensayos, opúsculos, pequeños poemas en prosa, ensayos, fábulas y cuentos cortos. No era del todo malo pero su afición a lo cómico, arruinaba todo tipo de seriedad a su trabajo.  La alegría de vivir del sentido metafórico, lo hace creer que tiene el deber moral de encontrar en lo inocente, lo verde y lo negro el chiste que desconcierta y esclarece su ingenio. Su agudeza es la única virtud que se le puede atribuir a este tremendo hijo de puta. En muchas oportunidades le han dicho que es un auténtico forro, pero el siempre haciendo caso omiso a las críticas que recibe de parte de gente pelotuda que padece una enfermedad infantil. De tanto leer sentado en el inodoro a un tal Lichtemberg se caga de risa cuando entiende el humor del padre del psicoanálisis. No le interesa la psicología, no hace terapia de ningún tipo, dice que la risa es la única cura de su extraña enfermedad inclasificada. Lo que siente al hacer chistes es un gozo enfermizo, su risa es inmortal como la del lobo estepario. Salía con una borderline que tenía tatuado en el brazo “bien reido” y su sueño era vender libros. Él necesitaba que alguien corrija sus 250 pequeños poemas en prosa y le consigan una editorial para publicar. En su afán de ser escritor perdía parejas porque según él era un incomprendido. Que su literatura era solo para entendidos y que lejos de ser snob o naif, era dadaísta con escritos surrealistas.