1 nov 2018

Soy Panal


Los años son como los sueños, solo se tienen en cuenta cuando se cumplen. No te olvides que soy grande, porque maduré muy rápido y me pudrí muy lentamente.
Gracias a las cremas anti-age de “Panalab”, hoy soy Panal, por su fonética onomástica, por ser el anagrama de mi nombre sobre tu nombre. Nunca olvidaste recordarme que te recuerde en mi natalicio y eso me hace feliz, cuando te digo que sos todo, es porque vos sos lo más. Hubo veces en las que me sentí encerrado en tus celdas hexagonales, otra tantas me perdí de las aventuras de la abeja reina; nunca fui un zángano, siempre fui un obrero de tu querer.
Esta jalea real es el alimento que elaboro para alimentar a la larva que se convertirá en reina. Tiene un aspecto aceitoso de color algo dorado. Daría mi aguijón para protegerte.
No deja de tentarme en las mañanas la miel que deja el sol en tu ventana. Las abejas son insectos polinizadores de las más hermosas flores de mi jardín primitivo, petunias, amapolas, margaritas, claveles, geranios, rosas, caléndulas, girasoles, entre sus hierbas favoritas se encuentran las almendras, la alfalfa, el romero, la salvia, la manzanilla, el diente de león, el nabo, el trébol, el tomillo, el orégano, el melón, entre otras; lejos de hacer alarde de mis escasos conocimientos de botánica y floricultura, las menciono porque nos enseñan cosas bellas las flores. 
Así fue que la perfección de tu fitomorfísmo y la fragancia de tu gineceo, me atrajo, aunque tu flor jamás se abrió para florecer en mis 33 primaveras, para polinizar tu pistilo. La palingenesia, me llevó a la eternidad, después de ser virus fui bacteria, transmigré de parásito a insecto, de ameba a mono y tuve también formas metaloides: bromo, boro, cromo, cobalto, cobre, flúor, hierro, manganeso, molibdeno, níquel, selenio, silicio, vanadio, yodo y zinc, hasta llegar a ser un soldado de lata que lucha y que mata por vos, fui el hombre de la armadura de acero con corazón de piedra, y finalmente un poeta surrealista del Río de la Plata. Y era duro sacarle aceite a las piedras. 
Debo confesar que con RCP hubo ablandamientos. Una vez, me dormí a la sombra de mi aliado, vi mi alma salir de mi cuerpo, soñé un sueño profundo que duró 33 años, embotellé mi genio en cada botella que destapé y descorché; aspiré el éter de los inmortales, respiré en atmósferas con olor a hospital, llegué a internarme reiteradas veces en clínicas de la salud, para curar mi extraña enfermedad inclasificada en la casa de la risa, fui hasta el cabaret, toqué con las manos la balada de para un organito loco, te amé, sufrí y morí más de mil veces. Por eso escribo. Hace años que escribo poemas sin sentido y una sola carta de amor desesperada en la que no pude expresar mis más profundos y puros sentimientos hacia tu pequeño ser, del tamaño de un grano de la más fina arena y del valor de un diamante cortado. 
La verdad es que me duele que me niegues tu cuerpo, tu sexo y que abrigues en tus sentimientos hacia mí un poquito de amor, y jamás dejarme en el pasado para pasar a ser parte de la memoria del olvido. No te reprocho, ni te culpo por tomar distancia, pero quiero que sepas que escondo en mi adentro deseos que tengo pensado realizar y te advierto que si bien no te incumben, te incluyen, te hacen parte de mi vida porque no soy un tibio en esta larga historia, y al menos hoy necesito otra forma de vida, ya no quiero vivir como digan, quiero mirarte a los ojos y que me des vuelta, otra vez como antes, cuando lo enfermeril y el dosaje medicamentoso no me haga escribir palabritas en un cuaderno azul como el poeta de Adán Buenos Ayres. 
El idiota que fui al creer que un alma como la tuya podría tener el poder de salvarme de estas temporadas en el infierno fue mi peor error.
Cuando esté rehabilitado voy a pedirte la mano para salir juntos a pasear por nuestra ciudad natal.
Cuando pusiste un alto me vine abajo, me deprimí, pero mi manía me hizo resurgir de la penumbra del eclipse en el que me vi perdiendo la visión del tercer ojo para mirar por la ventana terapéutica que da al jardín de las delicias.
Espero que no me entiendas mal, “amar es amaré”, por eso ya no espero que vengas a verme, voy a ser yo quien se acerque a vos.
Cuando nos volvamos a ver te voy a dar las gracias por haberte hecho desear tanto en tu ausencia, la que postergó el encuentro de las almas quizás y motivó tanto mi tratamiento y la vuelta al mundo real, a la vida que quiero compartir con vos. 
Puede que te de terror, miedo y desconfianza verte reflejada en mi espejo interior, una personalidad tan trastornada, manicómica, que encanta y que no ha alcanzado la perfección de sus virtudes. Este verano vamos a navegar en velero a Brasil, para que no vuelvas a México, sin hacer el amor conmigo. En un futuro no muy lejano quiero viajar a Milán con vos para que vivamos en Europa. Para eso tengo que confiar en mi amor. Tengo curiosidad, quiero saber de vos, que pensás, como te sentís, y me da mucha impotencia estar tan lejos y tan cerca. Es importante que sepas que toda mi vida estuve enamorado de vos, de lo contrario no te dedicaría este loco manifiesto, sintomático y/o malsano. Nunca pude obligarte a que me ames, sé que los sentimientos no se eligen, pero me siento capaz de amarte más que a nadie. Tengo esta ilusión y tengo este dolor, quiero jugarme la vida en esta apuesta, sin arrepentirme de la moneda que tiré a la fuente de los deseos. Hay otras formas de decirte lo que siento, mandándote regalos, orquídeas, pero no, es por escrito, primero fue a mano para no perder mi tacto divino, finalmente fue más clara mi letra pensada. Más legible, tranquila, sin el pulso tembleque, inclinada hacia el futuro, despegada del renglón por mi afición fantástica a lo infinito. Me cuesta darte por perdida y quizás sea esta la primera de una serie de misivas parte de un largo epistolario. No creo ser tan malo escribiendo. Las cartas son una forma romántica de expresarme sin emociones fuertes, es decir, son puro sentimiento. 
Hoy dejó para siempre el pañal, para ser panal, y no ser banal. Sé que no soy un billete de $100, ni tampoco U$D 100 para que me quiera todo el mundo, por eso sigo insistiendo con vos, como aferrado, sujeto, clavado, “cling”. Siento que puedo hablarte en silencio y que me hace falta saber qué efectos puedo causar en tu bello rostro, que voy a dibujar en carbonilla, para mandártelo cuando obtenga un acicate, por todo esto escribo, por el aire que respiro en cada intervalo que te imagino sonreír, en todo tu esplendor y magnificencia real. Me siento capaz de recuperar tu querer y quiero hoy tal como ayer volver a aparecer con el doble de ganas de estar con vos compartiendo el tiempo perdido en estos años de internaciones, en los que me he hecho amigo de las sombras, de los relojes de arena, de las agujas con su eterno tic-tac, de las pastillas, los caramelos media hora y de todo lo que hace cucú.
Algo en los jardines me inspira confianza como para mandarme con toda esta prosa al frente y seguir y seguir y seguir haciendo por siempre un asilo en tu corazón, ese que un día perdí y estuvo tan al resguardo y que se escudó en el pecho de la pendeja que siempre me dijo que no. Voy a seguir por esta línea en esta hoja. Tus sistólicas pulsaciones tienen que causarte taquicardia y no bradicardia, lejos de causarte un paro, pretendo que te pase como a mí.
Tuve tu amor y en mi quedó algo, un sabor amargo bajo piel, no puedo creer que a medio paso de tu amor, nunca pude probar la miel de tu piel, nunca perdí la fuerza, el coraje y el valor para decirte que te amo. No está de más que de cuando en cuando lo sepas. Recuerdo que nunca te lo dije al oído, pero mi capricho es ley, por eso vuelvo a insistirte, porque para mí un no, es un si negado. 
Quiero saber que te causa esta invitación y si te da motivos para reconsiderar no lastimar más mi pobre corazón herido por vivir. Es una oportunidad que le doy a este pobre amor en llamas que late en mí. Puede ser que no te cause ni siquiera asombro tener a semejante rata de albañal atrapado en tu trampera. Ya estoy lejos de la trampa; porque creo en los milagros, porque estoy hecho un santo, porque mi voto por el celibato me está costando mucho. La abstinencia es la parte más pesada de la distancia en la lejanía. Extraño la buena vida, el lujo, el placer y la caricia que evita el derrumbe de mi espíritu bajo tus pies. Quiero acabar la línea cuando me broten las palabras que nunca pude decirte al oido.