14 feb 2019

Un polvo, y nada más.


Algunos se despiertan pensando en oler el perfume de las hojas de un cuaderno verde; los que no pueden dormir rayan tizas de colores para esparcirlas en los espacios en blanco para no sentir el horror vacuo y ver el difuminado sfumatto; y los que sueñan despiertos se sienten a gusto con el despertar de la hermosa mañana, con las luces de la luna acurrucada por otro sol de la aurora, o a penas atisbada y su lívido pigmento, ya gastados por el aire de la atmósfera.
La sed de justicia no es más que una calentura que transforma el rosa en rojo, una especie de ensoñación eterna, una parasomnia pigmentada mezclada con el terror nocturno que se reputa la existencia entre la negrura tenebrista y la luz barroca, lo que se llama en lenguaje plástico, el valor.
Hay un tornasolado, despertándose; lo dulce contra la amargura del ser para la muerte.
Hay ciertas personas que no aguantan más que la necesidad, otras la sinceridad. Cautivos del encanto; no es para pensarlo con un biabazo bravo a los tortazos. Se escuchan las campanas de la iglesia a lo lejos y la enredadera garrapatea esas almas para hacerlas parte de sus humedades.
 Las catedrales muertas y los templos sagrados, no sufren el paso del tiempo porque son parte de la religión, existen perpetuando la eternidad imaginaria que permite a los mortales contemplar la inmensidad inmutable.
Soy incapaz de hacerle daño a alguien, por mi letargo celestial y mi credulidad.
El pasado irrumpe con toda su furia para acobardar a los que hacemos historia.
Quizás todavía no te hayas dado cuenta, pero la eternidad imaginaria es más que un momento.
No tengo tiempo para trascender, ya repliqué mis genes, amé y odié más de mil vidas.
Tengo una vida fuerte y nunca estuve más debajo de mis propios pies. Amo tu sexo.
¿A quién le vendí mi alma? Al ángel de la eta y a la gloria que tuve por tocar el arpa de todas esas mujeres que me amaron y a aquellos hombres tristes que también me tuvieron entre dientes.
Espero que comprendas que los cuerpos no esperan volverse polvo, tampoco los espejos transformarse en arena; las botellas de vidrio no se hacen soplando…las de plástico sí.
Esta poesía se explica por sí sola, es algo fácil de leer a primera vista, como un acorde sostenido en los hilos de un pentagrama, pero imposible de recitar solfeada si no llega a tocar el fondo y resonar con una voz profunda, grave o altísima.
Solo sé que alguien se asoma por mi ventana que da al rojo cadmio al óleo, a la nube violeta purpurina alilado, al anaranjado atardecer furioso, al amarillo amor
Sostengo el sol en las manos para que no se caiga y se hunda en el horizonte gigante. Ella era como Cristóbal Colón, con ese corte de pelo y sus reyes católicos buscando el pasaje a las indias. Genovesa que no ves. Tengo una teoría que no es un alacrán, él era mujer. La pinta, la niña y la María, ¿Qué pirata llamaría así a sus carabelas?
Tu ser puede que te duela al fin cuando sepan la forma de tu alma.

¿Cómo hacer para saber si la pasión es el humo o la mecha de la llama?
¿Cómo se inició el incendio? Preguntó el bombero loco del matafuego.
Solo sé que la naturaleza del fuego es ir hacia arriba, respondió el quemado.

¿Quedamos en que yo pasaba a rescatarte? Dijo el que apagaba incendios.
Sí, pero era yo el que dominaba las artes del fuego. Replicó el pirómano.
¿Vos no tenías que estar envuelto en llamas? Inquirió el fuego extinto.

Que difícil tratar de irme de la puerta. Ladró el perro de los bomberos.
Siempre espero las cenizas. Añadió el Fénix a punto de resurgir.
No por él humo, no por el oxígeno, sino por las ruinas. Pensó el incendio.

Nunca me aguanto la ansiedad.  Gritó el hombre envuelto en llamas.
¿Qué más podés esperar de mí? Respondió la manguera.
Solo soy un balde con arena. Explicó el rescatista sofocado.

Antes que correr, prefiero volar con mis alitas de ángel caído.
No me tiré sin pensar en si se abriría el paracaídas. Dijo el buzo táctico.
Casi siempre caigo en las redes de la tierra o a los pies de cualquier mortal.
Como las hojas de los árboles en otoño. Supuso un poeta borgeano.

No hay amigos, solo una amiga solo el sol entiende la luz del amanecer.
Dioses que no duermen en el mes de las fiestas, estallaron los fuegos de artificio.
¿No será que al consumirnos decimos el verbo? ¡Vamos a asar esa carne!
Veo un cuerpo persistir, corriendo hacia sí fuera de sí.

¿Por qué tu amor puede obligar? El aire le dijo al viento.
Lo mismo da correr o parar. Respondió el aire arremolinado.
Yo te sigo casi sin necesidad. El dióxido de carbono, lloró.
Como un perro tengo que ladrarte. ¿Dijo el D’alma’ta?

Ya nadie escucha nunca nada de nada. Se oyó el sueño del Cielo.
Yo estoy tan solo, blanco iridiscente. Se oyó el chico de la calle.
Ya nadie dice que quizás el amor vuelva un día. Se dijo a sí mismo el odio.
Yo estoy tan solo, ciego incandescente. Pensó el florista borracho.

Creo que siempre hay un señor. Dijo Dios.
con un don especial y un látigo. Dijo el Diablo.
Leí en un libro de sal la palabra fin. Dijo el ángel.
Decía simplemente estas palabras en su justa medida:
“Del polvo venimos…y al polvo vamos.

Con mis ojos yo solo veo cosas que ya no sé si son verdes o rosas.
Con sus ojos dice todo sobre mí, leen todo lo que de ella escribo.
Con mis manos toco todo lo que ya fue rozado por la brisa de verano.
Con sus manos junta las hebras del aire, las apresa y las deja partir.
Con mi voz llego a su alma de piedra.
Con su voz leo lo que escribo en el cielo.

La mañana tiene una herida abierta hecha débilmente por la noche de estrellas ausentes y el sueño lunar eclipsante…así recomienza el niño luminoso, tan pendiente de las horas, escuchando un tango sentado en la avenida.

El mediodía es el momento del día en el que hay que perder la esperanza, porque el amor no vuelve un día normal, aparece una tarde gris, con su cuerpo hermoso y radiante, con su andar de hombre feliz, la noche trastornada trae un cambio que convierte los colores en sombras extrañas.

¿Quién sabe qué te susurra esta memoria que se parece a la niebla que obstruye la luz?
Por mi ventana pasa el Buquebus que va para Colonia, yo por vos cruzo a nado el Río de la Plata.