31 oct 2021

36 anteojos

 

Supe ser ascendente en tanto que Borges y Stilman, un pobre traductor, que tuvo un velero, o peor, era de Colonia, R.O.U, en sus ediciones de la Flor, hablaba de Lewis Carroll, el Padre Dodgson, y decía que el Otro era ciego por operatorias kodakmáticas, encandilado por el oro de los tigres y siempre hubo tigres de oro abarrotado por ese puto zoomorfismo centralista. Y si… un guanaco le escupió la cara al niño lindo, bueno, ya casi era un hombre, es la cosa en sí. “Das ding”, lo que deja en orsai al "For-da" . Sigue el encierro, porque hay un llanto que abre el corazón acorazado. Quizás el animal hace lo que hace porque está encerrado, no es su naturaleza, etc. El fervor de Buenos Aires fue la Luna de enfrente, bajo la cual comulgué pensando en esto o a aquello. En los más crueles amaneceres del Río de La Plata, amé mucho proporcionalmente a los maltratos que propiné por ser un poquito más ducho, más vivo, menos pensante. Así pasaron los baños, las internaciones, las roturas, pero la locura no pasó por kilométrica, el gramo, atestó, atoró, se hizo carne, y el polvo se hizo mierda. Cada día, salía a ganar, ganaba pero perdía horas eternas que excedían a las horas que daban las manecillas. Sobredosis de droga y de amor. Las hubo, en viajes que no solo fueron de ida y vuelta. Apareció. Mientras nadie sabía nada de mí, vivía. ¿Vive? Esa era la pregunta y ¿Con quién? Menos ¿Cómo? Pasaron los años y me transformé en un psicoanalista psicótico, del carajo, capaz de estudiar para saber y después me di a la bebida para no saber tanto. No quise saber más, tampoco tenía la cantidad de dinero suficiente para que el mecenazgo de María me condene a pensar en sus tetas. Volví a destetarme, solté la mamadera y la fórmula de la leche en polvo se fue en una tabla periódica. La muerte no respeta al dinero, aunque puede hacer lo que quiera con ella.

Yo no soy humilde.

Ya no soy  rico.

¿Cómo hice?

Conocí la pobreza.

A partir de eso, aprendí:

Hambre.

Frío.

Sed.

Y las ganas de cagar se las dejo a los que piensan que las necesidades básicas de una persona normal que leyó obras completas son al pedo. Mueran sin razón, no se dirijan a Dios, a ese que no les va a dar pelota en sus delirios místicos, sean racionales, si es, lo sabe. Todo. Absolutamente. No cuenta los centavos sino los actos. Por eso, vamos derechito al averno. Somos buenos exclamábamos a la hora de morir, pero no todo el tiempo. Las puertas del cielo están clausuradas para los nabos. O, sea que, al Señor que nos esclaviza le importa poco y nada que tengamos suerte en los dados. El juega a eso, a papar moscas. Es el capo. No me extiendo porque no tomé anfetaminas ni cocaína para ser un santo. La atomoxetina y la terapia, nos dejaron abriendo grajeas por triste y pelotudo que parezca, es lógico. A mí nunca me calentó la cuchara, el sexo fue un acto de los momentos felices que ejercitamos para tener un regimiento. Artillería pesada. Antes eso que era amor, ya no existe. Lo juro por Dios. Sentirlo no es todo, es más que nada y para colmo, “todo pa”, significa: “todo lo que te digo siempre”. ¡Dejame en paz! Antes jugaba con algunos barones, que no tuvieron la polenta para hacer un pacto suicida. Los pajeritos que hicieron que todavía sea la cosa que soy, un ser infinitamente imperfecto. Se iban de 15 a Disney, 30 a Holanda, siempre a Suiza y a mí me tocó un poco de Italia. No les guardo rencor, porque soy noble, y además, sé que todo es efímero, como este destello, el rapto de las hijas de Leucipo. Sin entrar en detalles, esto no es nada más que una confesión triste y pura de aquello de lo que está hecha mi tristetonguería y de yapa mi infelicidad. Llegará el día de superar a los rudos maestros de mi milonga tarada. Por eso, así pido mi primer regalo, la vida eterna. Eso, no más. “Clínicoticar” es transacción transexional del rock, para los que tienen el poder de tocar. Quienes no tocan, no tiene que ver con el zodiaco, ni la paja, el almiar mental, acá anda por ahí la banda de los lunes. Hacemos hinchada de pelotas sin inflador. Me gusta romper el alma de las personas que me piden un palo verde para pegar, “alcánzame ese palo”, porque a la pregunta fuerte entre la lucha y el conflicto, ¿Vos podés a la perra? La contestación más compleja de Casimiro es: “Si, la puedo”. Después no tienen un proceder correcto pero las circunstancias son atenuantes. Si no mata, muere. Y empieza como un juego, o como una joda; después empieza a pudrirse la momia y cagamos la fruta porque la gente está hecha de maravillosidades, nimiedades, “naderías” borgeanas. Y a lavarse bien el orto por los artistas que tratan de dar impresiones a la gente del rubro que está atendiendo a lo loco no son impresionistas, ni tampoco viven en una galería. Nadie tiene gracia, porque cuando uno anda apoya un pie el otro, cimbra, cada dos por tres erradicamos. Verona, es un mapa del amor que alguna vez experimenté lejos de París, pero la verdad es que Roma fue como Milán, Flores no es Venecia, Bérgamo no es Capri, y así sucesivamente, este fenómeno lingüístico debe ser una figura retórica. Y ahí uno piensa, como hicieron para ser tan ricos, pensando tan poco. Los hombres son hermosos y las mujeres un tanto menos. Por esos detalles, declararse feo no es un crimen brutal. Los tanos, son romanos, patriarcas, digan lo que digan, a propósito de Julio César, Alejandro Magno, Calígula, no. Eran menos putos que los griegos. Por eso, atino a arribar semejantes verdades visibles ante la cosa en si. Hay un mostrador que no es exhibicionista, anda dando vueltas, por apuntalar el conde empalador aprieta con el miembro de la barra un poco duro, pero si le dan un roce de tocar algo más que la cuerda, habrá que aplicarle un poco el orgásmico mundo. No hay un regalo que penetre cuando estás en la pose.

Sobre el acto magnánimo y magnífico de los magnates.

Esa cuestión de dar en este espacio se dio. Regalar las palabras, ¿A quién?

Esa temática de ceder en este escenario se dio. Regalar las cosas ¿A quién?

Esa estupidez de hacer en este jardín se dio. Regalar una mortalidad ¿A quién?

Esa pesadumbre de estar en este poema, se dio Regalar, implica ceder. ¿A quién?

El panegírico le costó la eternidad para sacarlo; buscó en el lexicón de esa red semántica; entre el entretejido de los filamentos carmesí, hilvanando algunas neuronas. Aquellas pocas que le quedaron en ese cerebro quemado viejo. Algunos esperan ver los ojos del Buda, otros están bajo la mirada de Freud; el poeta psicótico se fijó en uno cerúleo “alilado”. La heterocromía de una mujer lo fascinó, pero no se enamoró, quedó fijo mijo. Si a la nami le faltaba melanina le sobraba todo lo demás. Superando la expectativa de vida pasaba los años por los baños, la vista se le gastaba y el amor andaba por ahí, pero su ceguera era tal que le pasaba por el costado y ni cuenta. La señora del Señor diría: “Le entra por una…”, “Ni mella”, le resfala. Da igual. Aparecer es una cosa que se da así, locus coerulleus, no es tocar pito pintar de azabache esos baches. No ve que no escucha como la cacofonía retumba. Entró a dar todo, pegó fuerte, y no tocó nada. Don Juan recuerda que un guerrero no detiene jamás su marcha. Esa forma de andar “tensegra” para Genaro no es la sombra del aliado, porque los kinesiólogos locos, no pueden apelmazar el alfajor de la cervicalgia. C1, peores que los masajistas, entran en categoría fisiatra para reeducación postural. Después de todo, peores que ninguna, los psicomotricistas existen. “Chúpenme un huevo”. No valen ni medio, como para hacer una resonancia andá a correr por los gastos vos. ¡Horrible! Así se fue el amor en el día de todos los muertos, se encogieron de hombros los hombres que no eran tales ante la ley. “Sobaculisticos sucubateaban” pudre onda, tabaquista, alcoholista, todo crónico. Así es que fue la pequeñez de un grande. Nunca leía, pero era muy leído. ¿Leer letras? La bestia devoradora de las palabras, próxima, soy yo porque he visto gente grande, es decir, gigantes, escribir enormidades, mas no decir tanto loco, a puchitos boludo. ¡Andá a lavate el ojete! El despertar del fauno. Unamuno derrocha la baba.A vela en pedo, “Mamua”. Gullivert se juntó con Pantagruél a comer paté Swift. Crueldades crédulos calidoscópicos. Algo que tiene que ver con los chicos.

(Entra en la escena la madre de Nahuél)

“Palabra suprema de pollo”

Deme 5 kg. de alitas

Fio. Feo. Fue.

Señora, tengo que pagarle a la granja avícola.

Dame un maple también (Con todo su desdén)

[Ella al fiambrero le habla así]

Hizo de la alucinación una práctica lenguajera. Lingüistérica.