28 jul 2018

Pesanervios


Cortocircuitos sinápticos en espacios vacíos.
Besos dendríticos intercambiando proteínas.
Plexos neuronales entrecruzados, estrujados.
Haz de nervios, músculos, tendones y venas.
Corporeidad llena de humores negros fluyendo.
Anamorfosis de los pasos perdidos, sin piernas.
Axones espermáticos que viborean hacia la nada.
Ablación sin hache de los lóbulos frontales del cerebro
Esa osamenta esquelética de los enfermos mentales.
Un psiconeurótico enamorado de su propio delirio.
Tejido blando textual de texturas ásperas, rasposas.
Una adicción incurable a la carne y su abstinencia.
Neurotóxicos toques de distonía, ataxia, sialorrea.
Goce fálico de orador de la propalada palabra mistonga.
Piel afectada por la malasezzia fur fur.

La guitarrita


Ligados.
Armónicos.
Guitarra mía.
Un himno hipnótico.
Instrumento mental.
Trémolo triunfal.
Acorde del alma.
Rasguido de tango.
Resonancia toráxica.
Instrumento de cuerda.
Trastocada de rock.
Arpegio delicado.

El chiste y su relación con el inconsciente


Jacobo Witz era un humorista pésimo, no era chistoso, pero a diferencia de los cómicos no pretendía ser gracioso, era su vicio hacer comentarios fuera de lugar. Una de sus más agudas observaciones era pedir en los negocios lo que sabía que no había; no para hacer notar la falta de la cosa en sí, sino porque le salía así. Tal día, se encontró en una farmacia y pidió un medicamento que ya no se fabrica, el farmacéutico le dijo: ¿sos vivo o sos pelotudo? A lo que él contesto: Y las dos cosas. Leí y releía el libro “El chiste y su relación con lo inconsciente” de Freud en el baño. El baño era para él un lugar donde relajarse, haciendo sus necesidades de sentado podía concentrarse e inspirarse. Era un escritor de ensayos, opúsculos, pequeños poemas en prosa, ensayos, fábulas y cuentos cortos. No era del todo malo pero su afición a lo cómico, arruinaba todo tipo de seriedad a su trabajo.  La alegría de vivir del sentido metafórico, lo hace creer que tiene el deber moral de encontrar en lo inocente, lo verde y lo negro el chiste que desconcierta y esclarece su ingenio. Su agudeza es la única virtud que se le puede atribuir a este tremendo hijo de puta. En muchas oportunidades le han dicho que es un auténtico forro, pero el siempre haciendo caso omiso a las críticas que recibe de parte de gente pelotuda que padece una enfermedad infantil. De tanto leer sentado en el inodoro a un tal Lichtemberg se caga de risa cuando entiende el humor del padre del psicoanálisis. No le interesa la psicología, no hace terapia de ningún tipo, dice que la risa es la única cura de su extraña enfermedad inclasificada. Lo que siente al hacer chistes es un gozo enfermizo, su risa es inmortal como la del lobo estepario. Salía con una borderline que tenía tatuado en el brazo “bien reido” y su sueño era vender libros. Él necesitaba que alguien corrija sus 250 pequeños poemas en prosa y le consigan una editorial para publicar. En su afán de ser escritor perdía parejas porque según él era un incomprendido. Que su literatura era solo para entendidos y que lejos de ser snob o naif, era dadaísta con escritos surrealistas.