1 ene 2021

Oxímoron

En un periodo en el que se sabe que tiene muchos contagios, filias al tapabocas y fobias al esputo espermático exudado; ideas de contaminación también-tal, delirantes, teleconferencias que despliegan los obcecados de un mundo arjo que gira alrededor de unos pocos lunáticos alcoholizados; con tendencias a historizar la locura del pandemónium aun sin saber cuál o qué es la panacea. Hombres y mujeres que no-nos-re-pro-pulsionan a pulso firme, sin pitar; con mano dura, sin saber la verdad de esta enfermedad, que en un principio se pensó extraña a todos, la cual no fue consecuentemente clarificada por estos profesionales de la salud, aquellos politólogos y economistas. Diatriba para filósofos, antropólogos y sociólogos. Un sujetado llegó a un lugar donde nadie podía ir ni por cielo, ni por agua, mucho menos por tierra. Anillado al margen. Si se le caían las joyas, se las dejaba a las argollas; de esos que nadie puede decir que son pacientes, ni parientes; tampoco que trabajan o dan trabajo, aquellos seres que no tienen temor a desequilibrar la balanza de la injusticia. Ellos, los que no tienen salud, dinero, ni amor. De momento se detiene a pensar apropósito de las malas decisiones que sentencia basándose en esas buenas intenciones de los otros; todo sale en dirección opuesta cuando debiera ser todo lo contrario, en sentido inverso, entonces opta por no elegir ni lo uno ni lo otro, deja que el azar fuera por su hado, que el destino sea la voluntad de un Dios ajeno a todo lo consciente. Si iba o venía, del cielo al infierno o viceversa, lo mismo le daba. Quiso hacer algo distinto, pero no era ni mejor ni peor, el hecho de hacer algo, ya era poco o nada. Se pasó de pesado, un peso muerto para un dólar vivo, cabeza gacha con el culo al norte. Sin más remedio que empinar la botella, cada vez más histérica la crotta diogenética, aún sin saber quién se dio dique para jactarse de socrático piscuí. Culto es un calificativo obsoleto que pifia, un retorno al ostracismo y váyanse todos a la concha de su re putísima madre que los re mil re-contra-re-que-te-mil-veces-re-parió. Sigue así, todo igual. Harto de metonimias, buscó la metáfora en un soliloquio pensando en ese epitafio romano: 

“Lo que fui, eres… Lo que soy serás”. 

Lapidario.

Decime y callate. 

Ahora o nunca. 

Acá, ya el presente, ya es pasado,

De olvido eres; sin futuro. 

¡Tripanofóbico me pone Sra.! 

¡Señorita, y se lo puedo asegurar!

Pero, pero, pero...

Ud. es un atrevido de mierda.

Yo, si.

Pero, pero, pero...

¿Quién es?

Otro, no.

¿Qué sabe?

Todo.

¿Dónde está?

En Dadalandia.

¿De qué vive?

De lo que sabe ignorar de mi.

¿Cómo es?

Así de culto.

¿Por qué?

Porque sí.

¿Para?

Dar.

¿A quién?

Nadie.

¿Algo?

Nada.

¿Cuándo?

Nunca.

¿Cuánto?

Mucho más.

 

Bienvenida al cráneo donde conviven el cerebro con la mente, el dueño y su inquilino, el mate y su palito de yerba; ese lugar donde se rebate el plano visual en profundidad, arriba de los dolores orofaciales, arriba del objeto de los rinólogos, entre auriculares periféricos, y abajo del cuello del útero. Por una cabeza de una burra, me volví un asno, por ese caminito, el farolito, la palomita blanca, eso Carlitos, hasta arriba, me fui del bar al cielo. Sabe que rondando en esa esquina, hay conflictos inmobiliarios, los del consorcio se reúnen todos los días con el propósito de desalojarlos, a ambos, perturbadores de la paz de este edificio, sito, en la calle Vergatiesa al 2658, esquina Pasaje La mía, entre Latuya y Conchabamba. Se sabe que Ud. le sirvió la copa al jardinero de ojos azules, diciéndose a sí mismo: “que viejo, que viejo rasquincho” y brindó por el lenguaje del tragaldabas al que le dio su palabra de hombre. Sin tensión. “Argot, trago grato”, y panícula, petequia, esas pretensiones lingüísticas epidérmicas, como la dermatóloga y “el jeringa”, un tipo hueco pero fino. Después en el reinado de las moneras, la pitiriasis psitacósicas, que qué se yo, que a mi hablame bien, vení vamo´a blá, que lo psicoanalista son iguale o peore que lo tordo, atiendan en Shan Ishidro o la capital, quien sabe qué, y demás cacareos cósmicos, ininterrumpidos, o sea, continuamente. Y dijo a sí mismo como así también a los demás: "se, se, se"…todo muy lindo pero los batracios de los charcos se burlaban cuando volvía del fiambrero, por los barrios por donde las polleras eran más que los pantalones y esa dijo 2 (dos) digo, veces, ese furcio lacaniano que te mandaste aquella vez en el seminario, y a eso digo 3 (tres), dijo, veces, las psicosis. La compulsión a la repetición, en la era de la banalización del mal por las groserías. Me llama, y me dice, dígame, me, le contesté socarronamente, así si, así no. Usted me está tomando el pelo y lo voy a agarrar hijo de una gran puta. ¿De dónde?  De los huevos. ¡Guarango! Que linda boca. Eh?

Así como vienen, se van. 

Así se fue, de sí mismo a ese Otro.