15 nov 2018

Tertulianos


            El análisis de los artistas surrealistas siempre fue mi más alta aspiración como psicoanalista dadaísta. Con Freud, Dalí y Bretón, no tuvieron mejor suerte, más que una sola entrevista en el caso de Dalí, que le ganó por cansancio, pero muy a pesar de su insistencia, encontró en la forma de un caparazón de caracol que andaba en bicicleta, la cabeza rafaelezca de Freud, uno de sus mejores bocetos de un Freud próximo a la muerte.
            Bretón pese a sus misivas, jamás pudo tener el honor de conversar personalmente con Freud, tampoco tener una correspondencia, ni mucho menos estar incluido en su epistolario.
            Me inclino a pensar que Freud, siempre fue un romántico, demasiado instruido en las bellas artes que los demás. Amante de las obras renacentistas. Detestaba la música, posiblemente porque padecía de hiperestesia acústica.
Es entendible que el múltiple interés del psicoanálisis, lleve a los artistas plásticos, a querer ser parte del movimiento psicoanalítico y su círculo cerrado con efecto Zeigarnik.
El tema de las vanguardias es mejor abordarlo desde la filosofía del arte, y no de la historia, porque la filosofía del arte es capaz de capturar el ser del artista, y no limitarse al ente; interpretar lo subjetivo sin contextualizar, es decir, las ideas son el producto de pensamientos y no de condiciones socio-históricas. En todas partes la gente es la misma, con su neurona y su estímulo. Lo que cambia es el estímulo y no la neurona.
El psicoanálisis dadaísta, es inclasificable y está dentro de las profesiones imposibles. Tiene técnicas y dispositivos poco ortodoxos que llevan muchos años de aprendizaje y mucho tiempo de análisis. Hay que tener una preparación muy distinta a la de los psicólogos, y sin los conocimientos artísticos no se llega a ningún lado, la mediocridad y la ignorancia desvirtúan el análisis.
 Muchos opinan que la narcosis y la hipnosis, no son medios de cura, éticos. Digan lo que digan, es lógico, se asocia libremente y se reprime violentamente porque “de eso no se escribe, de eso no se habla, porque eso no se hace”. Si nos fijamos por la mirilla de la puerta de la percepción, podremos ver que es en el campo de las adicciones donde tenemos que detenernos a alucinar con el Otro.
No solo estructurar el inconsciente como un lenguaje, sino con un inconsciente que no miente, no falta, no está barrado, no está castrado, no es sede del código, dice solo la verdad y nada más que la verdad, porque no solo habla de ello, sino que escribe, y no solo escribe, historiza, pulsiona, produce, crea, o sea, lo hace hacer cosas.
            La prosa es un pasatiempo que se disfruta si es verdadera.
Las lecturas que valen la pena son las que conmueven, las que hacen pensar, las que dejan una profunda enseñanza, las que dan risa, las que asombran, las que tienen el poder de volarle la cabeza al lector.
He tenido la suerte de leerles mis escritos a varios personajes cultos y a tantos otros no tanto, y la repercusión nunca fue la que esperaba.
De vez en cuando, me gustaría obtener una repuesta, o siquiera una protesta. Nunca tuve el mecenazgo de nadie y es por eso que no puedo encontrar el momento de concluir. Si pudiera terminar y publicar, cambiaría de estilo. Me dedicaría a escribir el psicoanálisis y dejaría de lado toda connotación Dadá.
Quizás todavía sea necesario seguir escribiendo hasta el día que se me agote la inspiración, cosa que veo difícil, por el simple hecho de que además de ser analista, tengo los fantasmas del escritor, que me atormentan a mí como a Sábato. Lejos de entrar en comparaciones; hablábamos de la primer publicación de Borges. El estilo de Macedonio; el suicidio de Lugones, las frases de Marechal, la locura de los verdaderos escritores europeos. Esos autores que son inmortales y que llegaron en la cima y la miseria, a trascender en la historia de las obras maestras de la literatura universal. No es cosa fácil llegar, aunque siempre toca. Lo difícil no es subir, sino mantenerse. El delirio está siempre presente en las psicosis, y el discurso del psicótico naturalmente, es delirante. La literatura que no se puede publicar es un desperdicio de tiempo.