12 ago 2018

Acerca de la virtud teologal

En el rito iniciático, brotaron oraciones en sánscrito de la boca de unas pobres ascetas hispanoparlantes, seres perdidos en un idioma imposible de una cultura prístina. Imposible de apropiársela por vía del lenguaje. Pensé en el hinduismo de mi adolescencia temprana leyendo el Gita, los Vedas, Viaje a Oriente, mi conversión al budismo zen, mi afición al judaísmo y el eterno retorno al catolicismo. ¡Porquería de cristiano!
No pude negar la existencia de Dios, hasta ser un nihilista escéptico, agnóstico, ateo.
Puede recuperar el interés por las religiones cuando me hice psicoanalista pampsiquista.
            Caí en un profundo solipsismo.
Un enfermo con delirio místico, ese que aprendió todo del primitivismo y la eficacia de la magia simbólica tiene más fe, que éstos chantas que se hacen llamar mahariyish, yoguis, “instructores evolucionados”. Pienso que son unos crédulos hipócritas y vende loros que padecen una profunda crisis religiosa porque no cuestionan sus creencias, son simplones flojos de papeles, mediocres que se creen la mentira de saberse conscientes.
                Un psicoanalista no puede hacer más que sonreír ante la ingenuidad y genialidad de tumbar esas neurosis-obsesivas.
                Por todo lo antes expuesto ut supra manifiesto que: 
 El credo es elección de la patria y si hay guerra santa es porque Dios existe.
Dios es uno y no hay politeísmo que demuestre su existencia.
Nunca voy a atender a pacientes que no sean judíos, ateos, protestantes o católicos.
Después de todo el misterio de nuestra fe es la muerte del amor y la crueldad en su grado máximo de locura. Amar la locura es el principio de todo amor al prójimo, porque somos, actuamos, pensamos y sentimos a imagen y semejanza de Dios. Amen. Amén.