24 nov 2019

Tema de María


Aquellos hombres que repechaban sin pelechar.
A los rudos maestros de mí tristería arremangada.
A los melalcohólicos analistas que sabían de penas.
Con fuerzas sobrehumanas, sus seyerías. Pensaban.
Canyengueando barrios negroides. Ya sin órdenes.

La madre hilaba fracasos pentagramados para lunfardarios.
Solo una voz alzó su cántico sagrado para escuchar la mía.
Profuntifija, pontificia y ya resonando muy profundamente.
Un coro de navajazos respondía en silencio.
Era una noche fría en la primavera porteñata.
Había algo que sonaba mal en su antifonía.
Ella iba tan así y por eso él fue a buscar a Dios.
¿A dónde la enterraste? - Le preguntó el divino-
¿Por qué en esta hora la perdí?
¿Por qué estaba escrito este día?
¿Por qué? ¿Por qué? ¿Por qué?.

Con cuatro cantos y vientos de otras coplas.
Hoy que los poetas hacen cetrería,
Cazando los atávicos signos de otros restos
Dietas de carroñeros mugrenteros.

Ya viene la niña camino al abismo.
Una noche que condena a las putitas locas.
Que vuelva a la calle silbando bajo su tanguito.
A otro infierno con su corazón enfermo, de otro entierro funeral.

Su beso tiene un poco de desengaño.
Sabía que las gaterías eran suyas.
Se desabrochaba de trote el espasmódico dolor.

Cien Marías gritaban y ella perseguida por su sombra, gemía.
Pedía que la maten, pero no, ella tenía que aprender a morir.
Goteaba absorto mientras libaba el rocío de aquella mañana.

Las pibas que hacen la noche para un raro beatle destrenzado.
Así él mimo le hidrató los labios con  dos lagrimones verdaderos.
Entonces el angelote de la guarda parda subió al cielo a patotear.
Para plantarse y pedir una última resurrección bien merecida.

De rodillas.