12 nov 2019

A estudiar


El obsesivo supo que lo suyo era pensar, mientas la histérica germinaba, hacía floricultura, horticultura, herboristería de manera compulsa. Maltrataba nervios malgastando piezas dentales, y ella con su delantal. El alumno ya estaba con medio siglo encima, cansado de ponerse la chaquetilla todos los días. Ahora le tocaba al padre darle clases a los hijos en el colegio nacional. Era un simple prolegómeno, una demostración en carne viva que una es lo que hace. Estaba escrito así: “El psicoanalista cura más por lo que es que por lo que dice”. Pero ciertos conocimientos de medicina tenía que tener de: fisiología, neurología, farmacología, (los tres tenores), cardiología, citología, oftalmología, dermatología, rinología, pero nada sabía sobre la psicología, nunca fue quien tenía que ser, siempre hizo la suya, entre esas otras, se le da al autómata por escribir sobre: ética, lingüística, retórica (los tres sopranos), nunca nada de política, leyes y arte. No había vuelta atrás, lo que se había escrito con la mano no se borraba con el codo. Así fue que empezó a decir lo que sentía de manera casi audible, pero nunca lo que pensaba, eso jamás, porque lo que realmente valía de verdad era lo que callaba.