7 nov 2019

Hambre de Ser


Había que comer, pero para masticar primero había que tener los dientes bien afilados; los colmillos eran para los vampiros, jeringas y chupópteros su único instrumento de extracción.

Había que dar sangre, pero para eso había que pasar un riguroso examen y no tener VIH, HPV, Hepatitis, tatuajes, ni todo lo que contamina, me refiero a radioactividad y no otras porquerías.

Había que comer, pero para pelar un chancho había que tener el agua hirviendo y mucho tiempo para esperar que se cocine. Era un manjar para pocos, pero había mucha cochinada sobre la mesa, entonces la educación y sus modales empezaban a irse a la mierda.

Había que dar monte, mucho chiquero y basurales enteros para reactivar una economía circular.

Había que comer, pero para cocinar había que hacer un fuego sagrado y del árbol caído no se podía hacer leña, porque era fundamental y muy necesario saber talar, reforestar, y hacer que sea sustentable el oxígeno para las futuras generaciones, venideras que nunca iban a llegar a saber lo que es tener frío.

Había que dar todos los elementos, espacios naturales y muchos lugares para crecer.

Había que comer, pero para pescar había que tener carnada y equipo. Algunos lo hacían parecer un deporte, otros un método de explotación de la fauna ictícola, pero todavía existían quienes lo hacían por necesidad, solo para vivir.   

La dieta alimentaria, no podía ser líquida solo porque la sed verdadera era la que se saciaba en el desierto de arena y de sal. Por la reencarnación había transmutado en camello, pero tampoco podía taparse el faquir con una frazada de cactus.

Ya no podía morir en una zanja, protegida por ratas terratenientes de algún albañal y ranas cantoras.

Ya no podía morir de un balazo en la frente, un puñal en el corazón o un botellazo en la cabeza, arruinado por aquellos que no solo salían a cazar mariposas, sino los que eran potenciales asesinos y matarifes, grandes contrabandistas de pieles de tapichí, o astrakán (solo para los entendidos).