22 nov 2019

Santa Cecilia


Subestimó el poder de las estrellas y el musico se encadenó a una artista plástica que apareció tarde a la exposición y jugada con el tiempo; entre velos y tras bambalinas se presentó María revestida de Santa Cecilia, con su escala sacra de valores musicales himnóticos; le mostró fotos de viejas catedrales, le hizo la comida y le confesó que desde que dio a luz dejó los virginales pinceles y la tela de los bastidores los hizo trapito. Torpe tropezó con un palito que dejó caer el que dirige la batuta y empezó a secarse la fuente de su inspiración como la leche de sus tetas, había que arrancar esa flor amarilla de raíz, aunque era más bien parecida a una flor de loto flotando en aguas claras. El trasplante era urgente. Por no ser igual que antes, era más sensualista, pero menos erótica. Sabía hacerse desear y entregarse a placeres caros, así fue que se hizo grande a medida que su talento decrecía, ahora su desarrollo pasaba por otro lado, por otra virtud. Dejó de desayunar con champagñe para ahorrar en shampoo piojicida. Se le frunció el francés cuando se terminó el barroco y nuestra patrona quedó inmortalizada al óleo para siempre en el museo de la memoria perdida.