14 nov 2019

Agua va


Un día me dijeron en la puerta:

Alan:
Acá no se pide perdón.
A partir de ese portazo aprendí que:

Se echa en cara. 
Se enrostra.
Se sobra.
Se desenmascara.
Se saca la careta.
Se maquilla.
Se dice.
Se hace.
Se dibuja.
Se desdibuja.

Una noche me dijeron en la calle:

Alan:
Acá no se simula, ni se disimula.
Porque uno anda en pelotas y despelotado por la vida.

Los contornos del agujero se bordean con las manos y la rebaba, lo que sobra, se tira, pero no, al río, no. Si ya sabés que todo lo que le tirás al río vuelve.
“Los amigos”, “los novios del planeta”, “los que delimitan las tierras aborígenes”. No se animan a dar la cara en la calle, porque tienen el culo sucio y siempre son los mismos.

Una tarde en la esquina de tribunales, escuché:

Alan:
Son truchos con la voz de caucho.
Son falsos, dijo la luz ultra violeta.
Son unos cagones y encima jodidos.

De madrugada me apretaron preguntándome:

¿Por qué no polinizás más ese panal?

Porque a mí me untaron mieles verdaderas en el hocico y ese buen perro seguidor que tengo para olisquear la mala poesía y a la policía las sentía venir desde la isla de Córcega

¡Eso era desayunar en la cama!

Entonces, a mí no me traigan panes.
El fracés se frunce cuando hay buenas tortas.
El néctar se lo lleva la polilla, la prima fea de la mariposa.