7 sept 2014

Leti Leda

Solía vivir tomando, sin que nadie me de la inyección a tiempo. Andaba con el ego hiper inflado a pedo, hasta que un día una pendeja ronlinga, me dió a entender que yo no era re copado, que tenia podrido el corazón y que tenía defectos de los que cualquier mortal se podía reír; y que una vez que llegas al bello pubis lampiño, no hay vuelta atrás, podés mearte de risa, pero no volver atrás. Cuestión que ella sabia jugar a un juego que era más divertido. Consistía en contar infinitos carteles que digan: "Derdada". Nada que ver con levantarse minas, bajarse las botellas, subir a los techos, salir de joda. Tampoco era cerrar y abrir la puerta, para poder encerrarse a mirar por la mirilla a ver si me vienen a enriquecer y el cuchillo para ofrecerle a la vecina deshuesarle el pollo. Cuando tenía miedo, quemaba de a poco, las velas de los santos quemados, en mesas de marmol. Entrando al cuarto, pelando el tajo, la alfombra ya está quemada en tu cuarto nena. Quiero quedarme no digas nada. Espera que las sombras hagan nido nena. ¿No ves mi capa azul, mi pelo hasta los hombros, la luz fatal, la espada vengadora? ¿No ves que franco soy con vos? ¿Qué va a pasar el día que desfilen los cuerpos que han sido salvados? Este invierno fue malo, y creo que olvidé mi sombra en un un subterraneo, y realmente quiero que te rías y que digas que es un juego no más. O me mates este mediodía, nena.