9 sept 2014

Borderline

Internaciones imprevistas, me dan impotencia loco. Parece mentira, pero es verdad. Es preferible tomar medidas precautorias a lamentarse después del acting out. Cuando el borderline conoce su estructura psíquica y sabe cuál es su trastorno de la personalidad, se comporta mejor como persona porque está disputándose su lugar en el podio entre los peores pacientes dentro del manicomio. Porque ya va adquiriendo experiencia de sus episodios anteriores. La manía la compensa con algo de alcohol y pastillas que se suministra según su estado de ánimo. Llama a su psiquiatra, a su novio, mientras tanto viene el médico de la obra social y espera ser trasladado en una ambulancia.  Los criterios se satisfacen con un solo síntoma del trastorno depresivo mayor, a saber: Ideación suicida. Puede ser que haya una depresión enmascarada. Es decir, los pacientes con trastorno limite pueden deprimirse, no obstante, habría que descartar otras patología o reconsiderar el diagnóstico, mediante una buena anamnesis y siguiendo el árbol de los diagnósticos diferenciales. Veamos mejor. Lo que se marca en el cuerpo es un borde, algo que tiene que cortarse de lo imaginario porque está mal anudado a lo real; ese nudo mal hecho en lo simbólico deja escrita la historia del paciente, pero no con su letra. Ese corte en el cuerpo cicatriza, el tema es que la huella mnémica no deja registro en el inconsciente como una experiencia de satisfacción, sino como una ganancia colateral, un beneficio secundario en el cuerpo, es puro goce. El goce es el síntoma que pide a gritos que se lo interprete, en una palabra plena de sentido que le ponga fin. Quizás es funcional a otro síntoma, trata de obturar los contornos del agujero. Es preciso desenquistar el goce del cuerpo, para que el deseo sea ley, más allá de la ley del capricho, para escuchar más acá del grito de la bestia, el milagro del alarido.