1 jun 2015

Clases magistrales I

En el ajedrez, la dama mata porque no quiere que se muera el rey. Dimos media vuelta y todo se volvió tan distante que daban ganas de patear el tablero para armar todo de nuevo. Hubo un silencio de blanca con punto y la materia en su inerte quietud, atractiva, tal cual era, se quedó tal cual estaba. Sin fuerzas físicas; pura química. Me intentaron explicar lo importante que es la ingeniería y me declaré menos inteligente que los demás, aunque en verdad, yo no lo era. No presté atención a las demostraciones experimentales dentro del laboratorio, pero entendí que si no la cazaba al vuelo me quedaba afuera para siempre en un vacío sideral. Tuve que atender. Entonces, me sentí capaz de pedir una explicación científica. Me preocupaba la estática y el magnetismo: la sobrecarga, la descarga y la solución perfecta. No pasaba por el álgebra de los matemas lacanianos, ni por la geometría platónica. Era algo mucho menos abstracto, algo que se trataba de fuerzas opuestas, de la materialidad que existe más allá de la lógica binaria de la cibernética y la teoría de las probabilidades. Era un paseo por el universo, otra vuelta más. Es decir, un fenómeno de "máxima importancia".