3 jun 2015

Clases magistrales III

Una vez sostuve una lágrima que con mi dedo índice recolecté cuando pendía de la punta de la nariz de un pequeño ser de quien manaba de sus verdes ojos, escurriéndose por el drenaje de un pliegue, casi sutilmente, se podría ver como un grieta de poros. Al evaporarse, me dejó un rastro de sal, un recuerdo cristalizado. Todo elemento tiene que pasar de un estado a otro, por una particularidad atómica de la materia. Al fin y al cabo, el pasto seco es un excelente material de construcción para el nido de las aves. El barro, tal vez, se usó antes que el adobe en las construcciones. El punto al que quiero llegar, para ir al grano, es que los elementos existieron desde siempre, fue el dominio de las artes del hombre, lo que los hizo ser útiles y funcionales a sus necesidades básicas. Cuando tuve por segunda vez un libro sagrado, me dediqué a leerlo y cada día empecé a ser consciente de que se trataba, mis acciones debían ser divinas y así fueron, los seres que me rodeaban eran todo lo que tenía, y lo que era mio estaba al alcance de todos, porque no era de nadie. Así me hice amigo de las flores y amante de los animales. Desmaterializándome con la renuncia diaria, de hecho, perdí la noción del tiempo, el espacio y el valor de todas las cosas.