27 may 2015

Hiperosmia

Me pregunto cómo es que puedo tocarle las manos a un pequeño ángel anoréxico, a causa del alcaucil en vinagre y otros trastornos varios, con complicaciones de naturaleza clínica; que no son solo de personalidad, sino del pelo, de la piel, y las uñas, o sea, una persona no bulímica angustiada, cuasi suicida. Una terapia posible sería algo similar a la que le indicaría una manicurista, esto es, un esmalte que sea la antípoda relacionada con la cantidad de papilas gustativas que tenga para gustar, o propiamente dicho, disponibles más allá de su particular sentido del gusto, paralelo a su desarrollo macro-micro-glósico ; me refiero a un sabor que le dé asco para no meterse los dedos a la boca y dejarlas crecer, hasta cortárselas; no como lo hizo su madre, sino a la medida de su padre. Hablando de lo corto y lo largo de las uñas en una mujer ansiosa, podríamos darle una categoría pulsional a esta compulsión manual que no existe en los manuales. Veamos, no solo la mierda, los dientes y los fluidos son signos pulsionales hasta hacerse sintomáticos para que valga la pena tenerlos como objeto de estudio en esta disciplina que se denomina, la psicología. Muchas veces, cuestioné que en las tres fases, es decir, los tres periodos pulsionales del desarrollo sexual infantil, los psicoanalistas nunca incluyeron un estadio primigenio al oral, siempre quise sostener que la fase nasal es de capital importancia en casos de cocainomanía crónica, aunque entiendo que el lóbulo de la ínsula, es decir, la parte más primitiva del cerebro atrofiado a partir de la bipedestación evolutiva; parece que hay personas que tienen buen olfato y que simplemente, no es justo catalogarlos como impulsivos que padecen de “hiperosmia”, un trastorno alucinante o alucinatorio, típico en las psicosis, como todos los que me llaman la atención. No todo el mundo huele bien. Hay una salvedad excepcional que debe hacerse al tratar este trastorno, los alcoholistas fumadores.  Más allá de las investigaciones de corte longitudinal que puedan hacerse referidos a la comorbilidad con los trastornos bucales que puedan existir a partir de sujetos que se “chupan el dedo” y las deformaciones que este hábito genera, deberían tener un correlato clínico. El problema es el siguiente, no hay articulaciones entre la odontología y la psicología. Campo inexplorado en un punto ciego, porque no existen todavía explicaciones científicas que justifiquen, a ciencia cierta, la correlación entre el bruxismo y la personalidad,  excepto los trastornos temporo-mandibulares y el TGD. Me pregunto por qué al seguir el rastro de la psiquiatría y la urología, como para determinar, que el macro-orquidismo en la infancia es un síntoma que tiene validez científica para diagnosticar el TGD.  Al relegar como un regalo funciones que competen a ciertos campos de la investigación, me siento responsable.