16 ene 2015

AM.María

Que inversa suerte saber toda la verdad cuando de duelo y de fiesta se viste la ciudad. La grandeza del hecho con todas sus miserias. Allá en el barrio María, le han puesto nombre a tu cruz. Los hombres rubios han invocado a su modo tan lerdo y burlesco tu nombre con los equívocos y las letras que leen los ojos de todos los compases en claves polirrítmicas. Setenta veces lo siento, repiten los ecos de las musicales voces en su cántico sagrado: "Vos nunca me alcanzarás". El sueño desabrochado de los pardos bardos inmortales del mercado de las ideas, con sus despertares enwhiskados, y las leches elementales de sus pájaros cautivos. Las rubias mandragoreras morderán tus pechos con colmillos desdentados. Mientras el moño se ata a nueve columnas, una vuelta por mes. Asombrados los hombros encojidos de los hombres apichonados. Mi voz entre todas las voces siempre escucharás en tus auriculares de siliconas para las orejas que se posan sobre las tetas de la nutricia. Ese par de pechos que se hincha cuando se dan y se desinflan cuando ya no tienen nada para dar. Esas formas tan ostentosas de hechicería y carnicería masectomística. Guardando un poco en cada latido, entre temblores panicosos que la ansiedad generalizada genera en las pobres gentes. Cada vez más triste, más pobre, más robada. Menos amada, menos nombrada, menos recordada. Carne de madre y padre matada de un solo tiro. Goteaban sangre tus poros de asfalto. ¡Qué estafa esas espinas que un día nos vendiste, gimiendo en el calvario!. Entre tus goces te acordarás del poeta, el hermano de Caín, besando bandoneones y violines. ¿Adónde fuiste a parar con tu Dios porteño atribulado que amaba a su manera? Al panteón de los recuerdos matados. Se murió tanto que no dejaba de morir. Moría enterrada por dos mendigas propinadas por la moneda de su madre. Entonces la Muerte, dijo por primera vez:
Oí a los poetas, a los pungas y a las locas, hablar de otro mundo.
Oí a la petisa, a las viajeras y a las madamas, hablar de otro amor.
Oí a la puta, a los vagos y a las botellas, hablar en un re muy menor.
Ya su corazón está muerto!
Ya su vida se fue a baraja!
Ya todo es parte del funeral!
Escribí lo que estaba escrito en los muros de las tumbas de los vivos.
Escribí lo que buscaba la hija zondendo un abismo montada en su gato.
Escribí lo que pensaba el hijo condenado al destierro junto a su perro.
Y el alma se atoró de gloria.
Y en la esquina de spleen.
Y así aprendí sus misterios.
A la medida de su vientre.
A la nota de su canto.
A la melodía de su canción.