22 nov 2014

Verdaderos aires

Que ganas de volverte a ver en retrospectiva.
Un día como ayer, cuando el hoy era mañana.
Instantáneamente, de improvisto puede que si.
Es lo que no podría ser esto hoy, una vez más.
Repentinamente vernos distraídos, sin pensar.
Ocurrencias que se me vienen en mis resacas.

Con ansias de esperarte en Plaza Francia.
Olvidándome de mirar el cielo celeste.
Nombrando las cosas por su nombre.

Venite, le dije aquella vez.
Odiame, y la terminé queriendo.
Salgamos de este infierno en llamas.

Para fumar uno y entrar al Museo Nacional de Bellas Artes.
Olvidándonos de todo lo que aprendimos en la Facultad.
Resollando no tan Buenos Aires con aires de bandoneón.

Al despertarte traté de dejar de soñar y te dejé dormir sola.
Mirarte desnuda como un maniquí de vidriera abandonada.
O a lo mejor hablarte del sprechgesang del Pierrot Lunaire.
Risas con la música atonal que tanto le gusta a Schöemberg.

Todas esas cosas en las que siempre estoy pensando.
Las que voy a hacer, nunca hago y jamás haría.
Como las listitas del mandado para el almacén.

Si las cosas por hacer son muchas, el nirvana se da a la mañana.
Hagamos al menos una; la historia de ayer, hoy y la de siempre.
Solo hoy por hoy, mi presente no es andar por vagar sin rumbo.

El tiempo pasa y aja este diván.
Los días vienen, pasan y se van.
Las lluvias primaverales lavan.

Pió el pollito Sobrero, que en los andenes de las estaciones:
El tren pasa una sola vez y están levantando los durmientes.
Solo una vez, de principio a fin, del arranque a su destino.