28 jun 2014

Libros, libras y libres

Los miserables mercachifles de Plaza Italia y los puesteros del Parque Rivadavia (y los dealers también) son todos unos acumuladores compulsivos, no son lectores, son comerciantes del mercado negro de los libros de la buena memoria. ¡Manga de piojosos! Sacadores de vidas y malandrines, vivillos cucaracheros de mala muerte que se aprovechan de chitrulos re fundidos como el tipo a fin de mes. Me consuelo pensando que hay cosas peores. A mí me van garcando ya dos veces no consecutivas. Esta vez, vendí el Seminario 3 de Lacan, “Psicosis” por la módica suma de $30. ¿Qué te comprás con $30? ¡Los ñoquis! Una colección de 5 tomos de Psicología Aplicada de Kapeluz, $50. En el paseo, vi cantidad de volúmenes de colecciones incompletas de Freud, cada libro de López Ballesteros, $80. ¡Hijos de puta! ¡Buhoneros mugrientos! No vuelvo más. Me faltan 2 tomos para completarla: el Epistolario III y el tomo 15. Si yo vendiera los 20 tomos que tengo de esa colección a ese precio, tendría: $1600. Iría para ver que me ofrecen y echarles en cara lo que pienso yo de su negocio y el pichuleo. Es sabido que la necesidad tiene cara de hereje y que con mucha plata, uno vale mucho más. No pueden ofrecerme 10 mangos por un libro que nuevo cuesta 10 veces más. O sea que, le sacan el 1000% al producto. Cuando ellos venden, no tienen empacho de meterle la mano en el bolsillo hasta el fondo a pobres estudiantes que solo tienen un rublo para gastarlo en una feria para poder seguir en el bazar de las ideas. Ahora, cuando compran, se meten la mano hasta el fondo del bolsillo y lo dan vuelta como un guante, para hacerse los que no tiene un kopec partido al medio y seguir regateando. La actitud de ellos es hacerse el desinteresado para ver qué tan desesperado está cocodrilo por el cobre. ¡Los odio! Nunca supe hacer negocios, no es lo mío. El dinero no es mi juguete preferido. Prefiero entretenerme con otras relaciones objetales, enlazados y ligadas al sujeto; por lo que este es y no por lo que este tiene y puede retener. Ese carácter anal que no caracteriza al obsesivo, sino al avaro, al mezquino, al concupiscente, al agiotista, al canuto, al ahorrista, me indigna. Se bien que jamás voy a recuperar todo lo perdido; y nuevo lo viejo, ya no tiene el valor que uno le da a esas cosas que son suyas, es decir, lo que a uno le pertenece está impregnado del ser al que le corresponde, porque es el dueño de lo propio, aunque pueda ser solo un bien usado, usufructuado, hay algo malo en el bien que fue de otro. Pensar en que va a pasar con ese objeto perdido, es intrigante; personalmente no me quita el sueño; más no por ello tiene uno porque creer que debe estar mejor o peor que como estaba cuando era de uno. Si es, vuelve a ser y no tiene que volver para estar. El problema es que desestiman lo que es de uno; lo desvalorizan para aumentar su costo cuando pasa a estar en el poder de ellos. Consecuentemente, la melancolía vuelve a ser producto de un duelo no resuelto. Soy capaz de declarar porque algo es mío, pero no puedo explicar porque dejó de serlo. Cómo, cuándo y para qué, es obvio. Un saludo enorme a todos lo que se animan a seguir metiendo sus narices en mis líneas. Páguenme cuando sean ricos.

P.D: La última vez que vinieron la policía y los bomberos, después de estar un rato largo buscando conexión, uno (“el que estaba peor”) me preguntó: ¿En qué carpeta guardas las fotos porno? Le dije que no tenía y le recomendé una vágina, siguió buscando hasta que encontró algunas fotos de ellas. Y quedamos todos trabados como el operador, 3 canas, 2 bomberos y el tipo, mirando las fotos. El mejor comentario fue: “Todas son unas drogadictas como vos”. Yo le dije que no estaba en lo cierto, que ellas no eran como yo.