29 jun 2014

El laboratorio

El alcohol te hace mal viejo, te queremos, pero no soportamos que te encurdeles, porque nos ponemos nerviosos. Lo mismo que a mí las drogas, para vos las bebidas calvino. Yo soy ceciliano porque el amor, para mi nació en una catrera, creció en un bodegón y se crió en un conventillo del arrabal amargo. Podés conmoverte sin llorar cuando te llenamos de besos y caricias; porque tu gente te quiere de verdad. Ojo piojo, no pasa por ponerse en bolas y bañarse con la puerta abierta cuando a nadie le hace gracia. Somos hombres los dos y vivimos entre tres mujeres hermosas, pero vos sabes que hablar del mal en invierno no es el crepitar de la hojarasca. Te digo y te repito, los ventanales del cotorro que jamás abandonaste, hay que abrirlos con fuerza para poder entrar o salir, lo mismo da; son parte de las cosas que hacen que yo te quiera bien. Salir al patio me duele, me da tristeza ver como vivís y saber que yo también dejé un cacho de vida ahí, pero saber lo que hacés me causa gracia. No me burlo de vos, ni te sobro, por ahí se me va la mano para sobarte el lomo. Hay algo que los escultores y los xilógrafos no hacen tan bien como el tiempo, eso de tallar. Un artista puede dibujar una sonrisa, más el tiempo la desportilla y vos reconstruís la máxima expresión de la felicidad, eso que tanto cuesta sin la bebida, la alegría. Por eso te digo, si le aflojas a la gomina, yo ablando la dureza. Vos sos un pelado manso y yo un ruso calentón. Cada quien con lo suyo, es lo que hay que hacer para estar conforme. Próximamente, el mes que viene, voy a ingresar a una clínica para volver al hospital sano; voy a salir de una institución educativa para inmolarme en otra. Viste que los ranchos tienen siempre sus puertas abiertas para el gaucho que pudo abrir la tranquera. Hay agua caliente, hay pan y hay vino. Así es como debe ser un casco de campo, sin ser una estancia, ni una tapera. Un lugar acogedor, donde la hospitalidad no depende del anfitrión, sino del huésped. Por ahí, el agente transporta al huésped que se hospeda en San Juan. Mirate las bolas, cada vez más largas y tristes, cuando sabés que tu casa, la vereda despareja y el paredón del pocho te llenan de amore el corazón, eso grande que tenés, mientras el mono se ríe al verlo pisar mierda, (ver resbalarse al que le dio la banana, con la cáscara que ella le tiró, es lo que le causa gracia). Lo admito, cada dos por tres me pongo pesado y no puedo levantar el ancla y zarpar, porque no me animo a despegar cuando no hay pista de aterrizaje, entre tanto polvo, porland, humedad, cal, yeso, acrílicos, porcelanas, muebles viejos, recuerdos...Vos vivís como querés y no con los que querés, los que te mantienen vivo. Es lo que te toca, porque estás viejo y la reclusión no es perpetua. No estás condenado a ladrarle a la luna como ese perro pequinés. Sos una ser respetable, querible, indispensable.