15 abr 2023

Disorexia

La apetencia ausente, disfagicólico y pocas ganas de gastar saliva y ptialina para hacer el bolo alimenticio que finalmente será materia fecal; eso de no comer para meter un bocadillo de sobremesa y escarbar los cuartos molares simbólicos apretados, sin poder tarasconear nada real de la ATM, hincando el diente postizo en lo imaginario de su oclusión perfecta; sin atracones ni atoradas propias los trastornos de la conducta alimantaria; mascando bilis por flemático; el galeno que explicaba la evolución desde lo antropomórfico y la bicúspide no es una fijación, hasta que la pulsión historiza y entra a darse con todo el corte; la oralidad famélica en este cingulado síndromde de “Klüver-Korsacoff” significa un posicionamiento subjetivo respecto a su zona erógena catectizada; donde contorneando milimétricamente los límites terapéuticos se enfrenta al agujero con su drill, y “quemando la turbina” lastima, escariador escarpelito, especulando espectaculares estenosis, pastusas y soluciones salinas, sin peróxido de hidrógeno, alcoholes bemoles y sostenidos pentotales sódicos. La apariencia sin la chaquetilla sucia, sale a coquetear porque no tiene otra cosa mejor que hacer que alargar la lengua hasta circuncidar el frenillo y hacer tañir la glotis, reventar la bóveda del paladar, lo gengival de piorrea, y todas sus distales, proximales por palatino lo hacen ortopédicamente un protesista que supera por lejos la mecánica. Esa “jergonofacial” de su nistagmus, entre otros síntomas extrapiramidales, no le toques el trigémino porque “sarrasquetea” en el polígono, mucho menos el orzuelo buñuelezco que es quístico, Gillette oxidada. Por su seborrea, su diaforesis y parpadear poquito. La basurita que lo hace llorar por levantar polvo y humear. Él está para cepillar, tallar, moldear y cada tanto curar enfermos dentales y mentales, le da igual. Alucina porque ve (“w”) la realidad aumentada desde la óptica lo labial, sueña despierto la pesadilla que morfeo instila, es la mala costumbre del espectro esquizoide; no come y hace huelga de hambre sin amores, retracción encilar de la libido; se sopesa en la balanza de la farmacia para entrar bien en la lona para medirse con los de su categoría; la sarcopenia le chista al oído tapado: "flaco nutrite" porque la mosca loca jode al tábano que zumba, la avispa pica, no seas zángano y el chupóptero es el mosquito que responde de mala gana con voz queda, cierto esfuerzo nasal: “Perdí el apetito”. Un glotón pasional que atiborrado de emociones, entre las ruinas de su melancoholísmo anda por ahí recolectando escombros por pura reptación no propositiva. A un admirador de lo imperfecto que por ley es detallista, como cualquier neurótico-obsesivo le puede fallar por falta de vitaminas cuando le ataca el "beriberi húmedo".