6 mar 2021

Breguet

Horas de hacer relojería suiza, para parar las: “manecillas, masillas, mancilladas”, esta gente le da cuerda aristotelicamente a lo macedonio tipo tordo anestesiado, afilador geométrico, nunca queda romo; pide tres colores de yeso, distintos tiempos de fraguado; busca, extraña, deja, vuelve, persigue, se agacha, recuerda chequear su alma con chaquetilla porque la figura más rara no marca la aguja que gira alrededor del círculo odontológico y del colegio de los psicólogos; nucleados allá por San Juan y primera junta, la vida transcurre; esta hora entrerriana es siestera para el cuco, que anduvo pastoreando el conejo cuando tuvo que dar vizcacha; sin embargo hubo un tiempo en el que el precipicio acompasillo; la blanca bien justa descansó una al lado de la otra y el culo del óvalo por esas circunvalaciones contorneadas, anda la negra con puntillo, toca el límite, granuja engranado, un silencio de redonda. Entonces, contemplaron el suicidio truculento. Leopoldo Marechál con tan poca repercusión en el lenguaje. Y a mi me gusta cuando las personas, preciosas, se desentienden por la esbornia humanoide en el biorsi; atienden, y se pelean con locura como seres. El letrista del tango no dice nada, pero por ahí le da en la tónica, dominante, persiste, canta casi una octava. Afinando la voz con la bigornia, que de queda con un poco de caña y un paquete de puchos haciendo pilcha como la nona. La locura sobreseída de una momia tersa aunque rígida, de luto. Mutismo selectivo, cosas de la nona, arremangada y los huevos por la botamanga, sin suspensores. Una vieja desportillada con frío me dijo un día: Dr. ¿No me da un vacito de agua? sentí cosquillas en el alma. Un chiste por una carcajada: Tome y daca, leche de caca. (Lo dijo un psicoanalista judío).