20 oct 2014

Intervenciones

No se trataba de una mala intervención artística, tampoco una simple exposición de cuadros con la música de Mussorgsky o de la escuela rusa; era una intervención analítica. El acto analítico de la presencia de la persona del analista, cuando el paciente no demanda su función. Entonces, ¿para qué responder al llamado de la verdad si no hay una prueba de realidad? Por no caer en la certeza psicótica que niega la posibilidad de la inexistencia del síntoma. ¿äte o hybris? Nada de eso Peloponeso. Edipo se pinchó los ojos para no ver, con algo parecido a un broche. Buñuel rebanaba globos oculares con navajas. Quería curarte las heridas con mi anódina lengua. Los animales sanan solos; mientras los humanos nos necesitamos los unos a los otros para no enfermar. ¿Desde qué lugar pivotear la secuencia sino es en posición estratégica de desventaja? Cuando nos vemos en la oscuridad, no encontramos más que un camper asediado por mil cuchillos. Nuestra relación se laguea y no me digas que me hago el langa, no me hables del dolor que sentís por lástima. Las lastimaduras son una pena; las cicatrices cierran, lo que se quema se consume, arde. No hay nada que el agua no cure, ni recuerdo que resista al monómero, ni fenol que no sepulte lo que sucumbe con una curda. Algo que me traba son las promesas hechas sobre el bidet; me calienta que no me inviten un copetín para codearme con la gente snob. Soy impresentable, lo sé. Soy un borracho incorregible, lo admito. Soy consciente del gran encierro, y sin mi inconsciencia, no soy nada más que un escritor nihilista que delira de fiebre uterina a medida que le crece la nariz. El corazón late más fuerte cuando las emociones son convertidas en pasiones. Me agarra la precordalgia y se me vienen sensaciones de impresiones pasajeras que dejan una marca a fuego, una huella mnémica en una lejana playa de Animus, simples bagatelas, hechas de imagos. Al final, tu única forma de arte es enfermarte.