Antes sacaba tela de las minas y ahora si lo vieran que anda
yugando por cuatro cobres, vestido de luto como si cada día fuera domingo,
saliendo del sobre de blanco, orquestando una larga procesión que da pena y por
eso es que nadie quiere seguir bailando en su propio ataúd, o ninguno de los
genios locos averiados se animan a sufrir ese infierno encantador, o a liberarse de los manicomios para celebrar los
actos del insano. Algún viejo amor malacostumbra a llevarle flores en su
entierro. La lápida ya lleva escrito su nombre y a la marmolería le da trabajo,
pero no se sabe la fecha de su funeral. Ver que la bolsa se pisa, y que los autos la revolean al
aire a toda velocidad, arremolinándola a los cuatro vientos. Entonces sin recibir amor, sigue
yugando como un león de circo, mientras todos marchan cuando la luz verde le da
paso a otra cuadra cuando él no se cuadra, sino que ve la realidad con falsa
escuadra y camina torcido, y se derrumba en bares espantosos para aumentar el
gradiente. Anda diagnosticando enfermos de todo tipo como un buen profesional de la
salud mental los mira y los pechea, para que salgan de la gatera. Llevándolos a
roncar al box sin contar el tiempo perdido, hasta que sean obedientes y se
acostumbren a la monta. Pichicateados los deja correr sabiendo que el día que
ganen se olvidarán de su fiel cuidador. Dicen que “al toro por las astas”, que es cornudo, pero que
es macho y por eso sabe que las vaquitas van donde el arriero va, haciendo a su
paso un sendero, dejando huellas por el barro chirle. El matador sale dispuesto
a morir pero no piensa sino en matar, sabe provocar la furia del animal, con
bandera roja, para plantarse avisando como está la marea.