La inanición y la deshidratación son causas de una muerte lenta,
pausada por una sola cosa, el alma que se quema y no se puede sanar. La gente
desaparece por fantasmagorías y es por eso que primero se siente en los labios
resquebrajados, “boquitas despintadas”, después duele en el paladar freudiano;
la glotis ya no campanea y pide a gritos que alguien vaya a lavarse la boca con
agua salada. Pero claro, en la boca lloran los pungas y los rudos se vienen a
hacer de las suyas con medicinas de otro occidente al oriente. Otra, es ir a
atenderse a la guardia del hospital, pero ahí la gente espera día y noche,
noche y día. Las personas que aspiran a personajes tienen órdenes estrictas
para no morir. Es un certificado que excede a toda humanidad y a todos los
juramentos de los galenos. No es agradable, ni desagradable, se hace y punto. A
veces se brinda con la espuma mística del mar y otras con bruma de otros
cantares de la gesta que alguien parió. Para mandar a la puta, y la puta baila
con el ángel que le rinde cuentas al gigante que se va, una vez más. Todavía no
entienden que en mil años de vida, hacemos la momia. Quizás sea tiempo de morir
por ahora…