30 jun 2014
Fuimos
Hay
un tango que estoy sacando de oído en la única guitarra criolla que me queda;
recordando a ese chico que rompía las guitarras cuando nadie tenía un miserable
amplificador; que dicho sea de paso, hay dos miles ahora. Aún no me decido a
transcribirlo en pentagramas, porque tendría que exhumar bandoneonistas muertos,
y dibujar el ocho sobre la tumba de tres héroes del hampa porteño, bien de
bute, postamente uniformados. La canción se titula como este opúsculo: “fuimos”; la letra es de Homero Manzi y
la música de José Dames. De todas las verdaderas versiones que escuché durante días enteros
y noches eternas, las peores shomerías
fueron las de: Adriana Varela y la del Polaco Goyeneche. La tana Susana Rinaldi,
se lleva el Gardel de oro y todos los aplausos, porque no tiene competencia en
su género. Ahora bien, vamos por las puras, sin desviarnos en desvaríos
desbarrados dadaísticamente; la “fatal
y tanguera” interpretación de Roberto Chanel, orquestada por el viejito Osvaldo
Pugliese; corre cabeza a cabeza, musicalmente, con la de Astor Piazzolla, aniquilada
por un tungo roncador como Jorge Sobral. La crítica de este tema, no es
meramente una cuestión de preferencias por vocalistas. Obviamente, entre
Pugliese y Piazzolla, me pianto con
el gato, y no con el viejo estatuido donde empieza Canning, ni con el gordo,
aunque los dos me gusten, ambos por igual. Chanel tiene esa tesitura exquisita
en la voz, que el feo, Edmundo Rivero, no tiene en el cogote, raspado y desgañitado del bajo tenor. No
me olvido del fueye gordo de Anibal Carmelo Pichuco Troilo (porque es colosal
haciendo tangos y fumaba Colorado) y su cantor Alberto Marino. ¡Todos son bestiales! Se
sobreentiende que la melodía es de una complejidad armónica y una riqueza musical
cara, hasta para los hiperestésicos y las hipoacúsicas aficionadas, que no
tienen oído ni para el arroz con leche. Cierta petisa tetona que no comprende y
no interpreta como poetisa, me embronca porque no entiende ni a gritos, que los
sordos no son como los ciegos. Por eso, me gustaría tomar clases particulares
con ese maese para hacer la transcripción y ejecutar ese pedazo de pieza
musical en la Dama de mi amigo Lionel Bollini (amigo de la Merz), que vive
desde siempre atrás del Hospital Rivadavia, (allegándome a Borges y a Minujín).
Deseo que la Santa María de los Buenos Aires, vuelva de Miami para filmar ese
momento (no le podemos pedir a Aniko que haga la cobertura de tamaño evento,
desde el círculo dorado de Islandia). Si yo tuviera plata contrataría a un fotógrafo
para que mi negra María, sepa que no tiene que vérselas con el enfermero que
enfermó. Es sencillo ir a grabar un disco a Brooklyn; no es suficiente un mes a
base de huevo y sopa de letras. Después nos quedamos todos ahí, tocando el
piano y reventando la barra. Además, me gustaría que mi amigo Pelusa, toque en
vivo por última vez su guitarra Yamaha, y que por primera vez, debute con la
Jackson. Si no es mucho pedir y sigo vivo, estas cosas pasadas, pasan y pasarán.
Hace algunos años pasó por ese cafetín, una piba de la Marina, que tenía un
Jazmín con espinas, y que era la hija reconocida de Prodan. Invirtió su
primavera en un jardín invertido. Se compró un cielo verde. Donde las nubes
eran como terruños y parcelas de tierra blanca en la que crecían las flores al
revés. Había otra persona que decía que
la pintura, era hacer que la copa de un árbol se parezca a una raíz, y que las
flores tengan la textura del tronco sin la corteza. Ellas habían encontrado la
veta del alma mía. Eran de muy buena madera como para prenderlas fuego en una
salamandra o una estufa hogar.