Me pregunto cómo es que puedo tocarle las manos a un pequeño
ángel anoréxico, a causa del alcaucil en vinagre y otros trastornos varios, con
complicaciones de naturaleza clínica; que no son solo de personalidad, sino del
pelo, de la piel, y las uñas, o sea, una persona no bulímica angustiada,
cuasi suicida. Una terapia posible sería algo similar a la que le indicaría una
manicurista, esto es, un esmalte que sea la antípoda relacionada con la
cantidad de papilas gustativas que tenga para gustar, o propiamente dicho,
disponibles más allá de su particular sentido del gusto, paralelo a su
desarrollo macro-micro-glósico ; me refiero a un sabor que le dé asco para no meterse
los dedos a la boca y dejarlas crecer, hasta cortárselas; no como lo hizo su
madre, sino a la medida de su padre. Hablando de lo corto y lo largo de las
uñas en una mujer ansiosa, podríamos darle una categoría pulsional a esta
compulsión manual que no existe en los manuales. Veamos, no solo la mierda, los
dientes y los fluidos son signos pulsionales hasta hacerse sintomáticos para
que valga la pena tenerlos como objeto de estudio en esta disciplina que se
denomina, la psicología. Muchas veces, cuestioné que en las tres fases, es
decir, los tres periodos pulsionales del desarrollo sexual infantil, los
psicoanalistas nunca incluyeron un estadio primigenio al oral, siempre quise
sostener que la fase nasal es de capital importancia en casos de cocainomanía
crónica, aunque entiendo que el lóbulo de la ínsula, es decir, la parte más
primitiva del cerebro atrofiado a partir de la bipedestación evolutiva; parece
que hay personas que tienen buen olfato y que simplemente, no es justo catalogarlos
como impulsivos que padecen de “hiperosmia”,
un trastorno alucinante o alucinatorio, típico en las psicosis, como todos los
que me llaman la atención. No todo el mundo huele bien. Hay una salvedad
excepcional que debe hacerse al tratar este trastorno, los alcoholistas fumadores. Más allá de las
investigaciones de corte longitudinal que puedan hacerse referidos a la comorbilidad
con los trastornos bucales que puedan existir a partir de sujetos que se “chupan
el dedo” y las deformaciones que este hábito genera, deberían tener un
correlato clínico. El problema es el siguiente, no hay articulaciones entre la
odontología y la psicología. Campo inexplorado en un punto ciego, porque no
existen todavía explicaciones científicas que justifiquen, a ciencia cierta, la
correlación entre el bruxismo y la personalidad, excepto los trastornos temporo-mandibulares y
el TGD. Me pregunto por qué al seguir el rastro de la psiquiatría y la
urología, como para determinar, que el macro-orquidismo en la infancia es un
síntoma que tiene validez científica para diagnosticar el TGD. Al relegar como un regalo funciones que
competen a ciertos campos de la investigación, me siento responsable.