Es una ablación sin hache de los lóbulos frontales del cerebro,
que se sabe que deja secuelas irreparables en los pacientes que padecen estos
procesos quirúrgicos. En general, tienen alteraciones en todas las funciones
cognitivas y en la expresión de las emociones. La trepanación del cráneo es una
tradición que data de tiempos remotos y se puede estudiar antropológicamente en
diversas culturas, por ejemplo, la curación con curare, y otras hierbas en ritos de sanación
no-medica, sino aborigen. En Europa, el Dr. Friederich Golz, alemán experimentó
la extirpación del lóbulo pre-frontal en animales y parecía que los perros se
amansaban y en suiza, Gottlieb Burkhardt, extirpó el cortex pre-frontal en
algunos esquizofrénicos que aparentemente, según data la historia, se
estabilizaron. Los casos experimentales del Dr. Freeman, fueron un recurso que
afectó a unos 3.500 pacientes psiquiátricos con casos de psicosis crónicas,
como última alternativa. La terapia electro convulsiva era benigna en aquello tiempos comparado
con este proceso. Los psicoanalistas saltaron en contra de este
proceso, por los efectos colaterales que dejaba en el paciente, la gran mayoría de los casos eran la parálisis; pérdida de control esfinteriano; hemiplejia; hemorragias, etc. En pocos casos, como una cantante, un
violinista judío, y la propia hija de James Watts, quedaron turulatos, más o
menos autistas. Con estados regresivos, falta de expresión y sensibilidad. Todo
esto quedó en el pasado cuando se descubrió que el cortex cerebral, en el
lóbulo frontal controla las emociones y el control de los impulsos. También es
sabido que los esquizofrénicos tienen un deterioro en el lóbulo frontal, aunque
para su diagnóstico este signo no es un síntoma patognomónico. La sedimentación
de neuronas muertas que forman la placa amiloidea, está involucrada en las
demencias tipo Alzheimer.
31 ago 2014
27 ago 2014
Lettuce Cleatus Awreetus
Locamente, me fui
entregando a los caprichitos y berrinches manipuladores de una pibita borderline. Era como una nueva forma de jugar a la
bipolaridad, de a dos como es de costumbre entre ellos. Todo lo que hacían era una expresión genuina de genialidad desbarrada que desencadenaba las psicosis. Tanto tiroteo me dejo agujereado, la bolas que tenía el dueño de la bola
de cristal eran grandes. Una vez, se tocaron las
manos; él la vio lagrimear y se le partió el alma en añicos; por primera vez supo que tenía corazón. No tenía que ver con él. Conmoción sigilosa, cosas difíciles de
ver en el ojo izquierdo de esta particular raza de canes. Supe que la loba era débil ante lo viejo pero compasiva. Esa
osamenta esquelética de los enfermos no era su presa sexual, era un perro
flaco, un zorrito carroñero. Cuando atacaba con las zarpas, agarraba y le hincaba el colmillo en la yugular, después relamía las heridas de sus víctimas y posteriormente de los suyas, no solo
por la sangre, sino para subsanar. Rómulo y Remo, los hijos adoptivos de la loba, eran cachorros de una misma camada, pero no crías, sino criaturas desnutridas que no pudieron mamar, porque esa loba se había apoderado de la teta. Volviendo al tema de la zorro que se escapó por la ventana haciéndose pasar por un tapado de piel en una vidriera, fue muy sencillo volver a cazarlo. Torpemente, como
todo animal, volvió a caer en la misma trampa; siguió el rastro hormonal. Únicamente,
olisqueaba los árboles, los restos de materia fecal, semen y la orina, no eran
aromas. Si bien merodeaba las estepas, hambriento de sed sanguínea, no era
solo por una necesidad, sino por la carne que se come sin hambre, la que se necesita. Advirtiendo que ella estaba en celo, fue a garantizar la
raza de su progenie con el hembra alfa más apta y recesiva. Gimió la loba, cuando aulló toda la
noche de tormenta cuando fue inseminada por el primer sarnoso que apareció cerca de ella y más lejos del alfa. Rechinaron sus
dientes, cuando se la montó un viejo lobo feroz, mientras le contaba la
leyenda del colmillo. Estaba en celo y para las bestias no existe el amor, sino la necesidad deseosa de copular, nada que ver con el amor y el
deseo. Tardaba ciclos en darse cuenta que los lobos no aman, se montan y se
separan, o se hacen manadas o parias. Uno llamado estepario, reencarnó en un personaje de
ficción llamado Harry Haller, un romántico, Sombra de paria, cojo, ciego,
tosco, de malas costumbres, un bicho distinto a un Gran Danés. Antes que
nada, era preferible madurar siendo aún joven, solo por la experiencia que se
gana. Nunca nadie aconseja hacer cosas semejantes de esas que llaman “quemar
etapas”. yo lo llamaría: "quemar estepas". Pocas persona, aseveran que vale la pena crecer a un ritmo letargico, a fomentar
conductas pueriles y promiscuas. Consciente, del sturm und drang. Ella lo supo, la literatura la llevo a conocer la
inmortalidad. Esas ganas de ser parte de la Historia, lo consigue al escribir sus nombre en el canto de un cuaderno, y
colgar su foto de almanaque en alguna pared. Tuve la dicha de ser presa sexual de semejante
criatura. Hoy por hoy le doy de comer una prosa fácil de digerir. Un mañana será un
opúsculo con tropos lingüísticos, conceptos psicoanalíticos, arcaísmos, alegorías, etc. Solo
me queda una cosa por decirte: Esto no es ni un pobre prolegómeno, ni un
prólogo para vos. Tengo más.
25 ago 2014
Narcolepsia
Seguí no más ventajeando; puede ser una de las causas de mil excusas perfectas.
Urgente, hubo que hacer de todo para que vos puedas desalojar el consultorio.
Geriátrico gagaista, un rantifuso conventillo. La buzarda y el culo gordo. O sea.
El escabio está vedado o la milonga prohibida y de los amigos queda uno solo.
Sertralineame el síndrome sílfide, vivo dándome dique y nadie me para el carro.
Tozudo, tosco, tembleque. Todo troileado. Tangueado de colgar tantas tangas.
Imagino que la aspirina me infarta; la coca me hace tomar mate. Ni una copita.
Obvio, acomodado, ¿Quién no desayuna leche en psiquiatría con la Doctora?
Nada de caballos, timba, cartas, dados, caña, whisky, vodka, gin. Juguitos si.
Acá se escucha música de campo; el hambre no existe, hay que dejar la guita.
Después, empezó a gastarla en la farmacia, más tarde trabajando ad honorem.
Olvidate del bicho, la frula, el cohete, el champagñe, el vino y tus diccionarios.
Urgente, hubo que hacer de todo para que vos puedas desalojar el consultorio.
Geriátrico gagaista, un rantifuso conventillo. La buzarda y el culo gordo. O sea.
El escabio está vedado o la milonga prohibida y de los amigos queda uno solo.
Sertralineame el síndrome sílfide, vivo dándome dique y nadie me para el carro.
Tozudo, tosco, tembleque. Todo troileado. Tangueado de colgar tantas tangas.
Imagino que la aspirina me infarta; la coca me hace tomar mate. Ni una copita.
Obvio, acomodado, ¿Quién no desayuna leche en psiquiatría con la Doctora?
Nada de caballos, timba, cartas, dados, caña, whisky, vodka, gin. Juguitos si.
Acá se escucha música de campo; el hambre no existe, hay que dejar la guita.
Después, empezó a gastarla en la farmacia, más tarde trabajando ad honorem.
Olvidate del bicho, la frula, el cohete, el champagñe, el vino y tus diccionarios.
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