Desde que dejé entrar a mi mundo
a los extraños, perdí seguridad y se me desencadenó la psicosis; y si bien creo
que la policía federal está de mi lado paranoide. No es hacer amistad conmigo
lo que sus funciones a la orden del bien público les exige para con un
hebefrénico. Me vienen a buscar para hacer sociales al servicio de la comunidad
y mis amigos son parte de la gran familia, la manada de los pseudo-lobos; me
usan la computadora para mirar mujeres (miss-ex), me ponderan el arbusto macho (La
Mario) y se burlan de mi humilde condición humana cuando estoy con todo el
cuadro sintomatológico de un ataque de pánico de terror nocturno. Pisan fuerte
y el más fuerte penalista me pega duro con su prosa, la notificación que
redacta a guascazos dactilares porque prestidigita la Olivetti a lo
dactilógrafo mercante. No me caen ni bien ni mal, entre ellos y yo, el abismo
de la reja abarrotada. El personal del destacamento policial de la comisaría
19, sito en Charcas y Larrea, son gente descomunal, descencias destacables, y
ven en mí a un anormal discordante, psicóloco, dandy, pura cepa; no tienen más
que un expediente traspapelado de mi personalidad jurídica; datos irrelevantes
para sumariar y hechos intrascendentes no prontuariados para las nenas. La
sociedad médica tiene más información que ellos y casi que no tienen nada del
otro mundo. En fin, este escrito es para dejar constancia de que no soy un
criminal ni un enfermo mental. A pesar de ser un borracho incorregible, me he
hecho ganar el aprecio de muchos y el desprecio de tantos otros. Mis vecinos me
aman o me odian. Me aplauden o me putean. La mayoría son pendejos mediocres,
músicos infames y ancianos de la gerontocracia gagaísta. He visto alguna que
otra rica piba por ahí, pero no es nadie comparando su belleza con transeúntes
que se parecen a las mujeres que más quiero en la vida. Recién vengo del
kiosquito, me llamó mi amigo para decirme que necesita atención y no primeros
auxilios; que le desarmaron la góndola por un alfajor SHOT de $10. A mí me da
no sé que saber que pasan tantos siniestros “unheimlich” en un radio de menos
de 200mtrs. Es un bajón, pero sigo… Camino por Juncal y a la altura del hotel,
me encara un tipo que venía a paso de gorila y me dice: “Padre, vengo de la
comisaría 19 de hacer una exposición porque me robaron en Corrientes y
Pueyrredón”. Le canté las 40: “Macho, yo tenía que ir a declarar hoy a las 8 am.
y no fui. Me retruca diciéndome: “que soy de Pilar…” ¡Mirá loco, me das vuelta
y no me sacas una moneda. Tocame! Por eso, todos los días que salgo de mi dpto.,
estoy pensando que al volver no voy a encontrar ninguna de mis cosas de valor.
No son tantas, pero no valen poco. Tengo las pelotas llenas, y la cabeza más
grande que los huevos. ¡No es joda! A mí me quita el sueño, me desbanda el
delirio y se me aflojan las patas. Por todo esto, este costoso barrio norte de la
Recoleta, es una mierda. Estaría mejor en cualquier otro barrio, Palermo
también está “quitungui”. Será que en B.A. hay que ser un “longui pietro” que pasa desapercibido sin pena ni gloria. Sin poder
fajarse el bute, ni amedrentar a la yuyito con la toalla mojada. ¡Qué sé yo!
Esta carta es para mí una forma de mensaje cuando tengo que dejar testimonio
del catarismo y las promesas de amor y los arrepentimientos de las mil y una
noches.
P.S: A la comisaría voy a ir cuando pueda cerrar la traba de
la puerta sin el amotinamiento regular que con los muebles hago para hacer
dique, ¿Por qué coto y no represa? Porque no corre, se queda estancado y no
fluye. Lo repito, escucho los sonidos de la noche y no la puedo creer.
Atte.
Vecino Perturbado.